El tango se lleva adentro

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Tangovía en Barrio Antioquia
El tango se lleva adentro
En el Patio del Tango, escenario del VIII Festival Internacional de Tango de Medellín, se vivió la pasión argentina y paisa


Adriana Gómez, bailarina de tango

Estamos en el bar donde, desde que su dueño lo compró, “no se ha llegado a tener la primera pelea, no ha habido la primera quebrazón de vasos, ¡ni hemos visto el primer borracho que se caiga en el salón! No quiere decir que la gente no tome traguito. Por el contrario, en este bar mucha gente toma vino, y ron ¡y guaro, por supuesto!, pero la cerveza, aquí sí no. No se usa que la gente venga a gastarse la noche con dos cervezas”. Su dueño es don Luis Guillermo Roldán. Muerto “el Gordo Aníbal” hace siete años (su primer propietario), Luis Guillermo lo compró.

La casa que se convirtió en bar y restaurante, en el patio donde los tangueros vienen a pasar sus noches al son de los tragos, la música y los bailarines, es el Patio del Tango, ubicado sobre la calle 23 con la carrera 58 en el Barrio Antioquia. En sus paredes se lee la historia del tango en Medellín. Por ejemplo, frente al cuadro de Gardel, que “El Gordo” compró en el Teatro Granada de Guayaquil y que lucía en Junín con Amador, la primera sede del Patio del Tango, un borracho se paró, tomó su revolver y dijo: Gardel, te voy a volver a matar. “Y ¡pan!, le pegó un tiro”, cuenta Luis Guillermo, parado junto al cuadro y señalando el hueco del disparo. Detrás suyo otro cuadro repleto de fotografías en blanco y negro narra el fatídico accidente del compositor.

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Jorge Guillermo y Edgardo Martelli

El Patio del Tango se fundó hace 60 años y a Barrio Antioquia llegó hace 32. El pasado 26 de junio fue escenario de una “Tangovía”, durante el VIII Festival Internacional de Tango, donde músicos, artistas, visitantes y vecinos se tomaron el bar y la calle del frente. En el escenario, afuera del bar, un músico decía que el tango le había enseñado a ser revolucionario, y en el comedor del restaurante, una señora con un vestido de brillantes y con un motilado corto que le dejaba los pelos de punta, comía una carne a la parrilla argentina. Sus ojos rasgados denotaban una alegría permanente cada que sonreía. Era bailarina. De pronto, al comedor entraba otra, más joven y gordita, y le anunciaba a un bailarín que saliera rápido. Seguía su turno. Afuera la gente aplaudía mientras otra pareja, se deslizaba, alzaba los pies, los entrecruzaba hasta terminar en un abrazo en el que la mujer se dejaba caer.

“¡Jorge Guillermo de Argentina!” fue presentado más tarde, después de revolotear detrás del escenario de aquí para allá, con un cigarrillo y junto a su amigo Edgardo Martelli, también de Argentina, quien se presentaba por primera vez en Medellín. Juntos y por separado interpretaron canciones de amor y nostalgia, de Gardel, Manzi o Troilo, que subían las emociones de un público jubiloso con su presencia. “Muchas gracias, muchas gracias, muy amables,” decía Jorge Guillermo en su acento argentino, a la vez que alguien le gritaba: “¡Che, che!”. En medio de los aplausos pidió un aplauso para James y otro para Pékerman, y un aplauso “chiquitito” por América, él, que antes de subir al escenario llevaba la camiseta de la Selección Colombia.


Luis Guillermo Roldán, propietario del Patio del Tango

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¿Y cómo llegó al tango?, le preguntamos: “El tango me lo metió mi papá. Él era tanguero de su época; en esta época el tango es diferente, más internacional, más de la danza, tiene variantes. El tango continuamente cambia, por eso vive siempre. Es la historia de muchos, empecé de 15 años y ya tengo 55. De alguna manera me quedé en el tango y con los años lo elegí yo”. Él, que ha trabajado en el Lejano y Medio Oriente, Europa y toda América, no tiene definido su tiempo en Colombia y mientras se siente bien con las amistades y el amor que tiene Medellín por el tango, piensa quedarse por aquí, como director artístico del Patio del Tango. Con Edgardo Martelli (voz), Lucrecia Longarini (voz), Alex Mora (teclado y voz), Óscar Pelayes (bandoneón) y Héctor Marín (contrabajo), son los artistas de temporada del patio.


En el escenario, Óscar Pelayes (bandoneón) y Héctor Marín (contrabajo)

Su compañero, Martelli, empezó a cantar en 1976. Desde chico oía a Gardel. También a Frank Sinatra, a Elton John, pero Gardel siempre estaba ahí. “La influencia del rock and roll ha estado en mi vida, pero el tango, después de que vas teniendo vivencias, te va llevando por el camino y no te larga”, dice. Y agrega. “Mire que cosa, yo empecé cantando baladas y después el tango me empezó a llegar adentro del corazón. El tango tiene todo lo que tiene que tener una letra y una música”. Cuando no hace sus giras desde Argentina hasta Singapur, Nueva Zelanda, Australia, Tazmania u otro lugar del mundo, se queda en su casa en Villa Lugano, un barrio, según dice, muy tanguero de Buenos Aires y trabaja en la casa de tango Sabor a Tango. En Medellín espera quedarse en el Patio del Tango hasta el mes de agosto y seguir aprendiendo de la cultura, “porque la gente colombiana ha absorbido todo el tango argentino y eso es muy importante para nosotros”.

A la hora del baile volvió el amor
A la señora de vestido con brillantes, la vimos cambiar su traje dos veces más. En los brazos de su compañero de baile y esposo, a quien conoció bailando, dio vueltas siguiendo la melodía de los instrumentos del tango. Su nombre es Adriana Gómez y baila tango desde hace nueve años. Según cuenta, es la pareja más adulta del gremio. Como profesional lleva lo que lleva el Patio del Tango desde cuando Luis Guillermo lo reinauguró. Ese día él hizo un concurso de baile y ahí participaron. “Nosotros entramos como aficionados y él nos dijo: ‘Yo los quiero aquí en el patio’, y desde eso bailamos como pareja en diferentes sitios de la ciudad”. Esa mujer alegre que sonríe todo el tiempo, es la que día a día lleva la contabilidad de una notaria de El Poblado. De cuenta en cuenta no pierde su pasión por el baile. “En semana practicamos una o dos veces, pero sencillito, sin estresarnos mucho porque tenemos nuestros otros trabajos”. ¿Y por qué le gusta tanto este género? “Eso lo tenemos los antioqueños como arraigado desde los abuelos que escuchaban tango en las esquinas de las tiendas. Cuando yo era niña, en Aranjuez, en las tiendas donde iba a comprar el diario ponían tango todo el tiempo y mi papá me los enseñaba. Eso era una pasión desde adentro, eso como que nacimos con eso” ¿ Y ahora? “El tango nos llenó la vida, nos volvió a dar corazón , nos volvió a dar emoción, ¡nos volvimos a enamorar!”, dice emocionada.

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