El Santuario de la Rosa Mística de El Poblado: centro de peregrinación popular

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Un hito de Medellín y de El Poblado es este lugar de peregrinación, adonde va la gente a visitarla, a rezarle y a agradecerle a su Virgen, la Rosa Mística, “los favores recibidos”.

A medio camino entre Envigado y Medellín, a la derecha, y antes del colegio de La Enseñanza, hay un lugar emblemático, centro de peregrinación popular y patrimonio intangible de Medellín.

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Es la gruta de la Rosa Mística. Un espacio abierto en forma de abanico, en cuyo vértice está ubicada la Virgen. El lugar está iluminado por velas y veladoras, coloreado por las flores; y forrado de placas que los beneficiados le dejan, generalmente, para agradecerle algún favor.

Los martes, sábados y domingos son los días de más afluencia, porque se celebra la misa. Algunos días hay romerías que vienen de otras iglesias de Medellín; todos los días hay varios rosarios. Y cada martes 13 de mes hay una celebración especial, por ser el día de la Virgen. Lo que sí no faltará, es el taco ocasionado por los vehículos parqueados en la calle 34 y en la avenida de El Poblado. Mucha gente que se desplaza por allí y no puede detenerse, hace un pequeño alto frente a la gruta, y le manda “un saludito a la Virgen”, antes de continuar su camino al trabajo.

Breve historia

Armar la historia de esta gruta es bastante difícil, pues tiene tantas versiones, por lo cual, al fin todo es aproximado. Se dice que el primer sitio que ocupó la Virgen fue cerca del actual, como a media cuadra, cerca de la línea del ferrocarril de Amagá. Entonces, el camino entre Envigado y Medellín eran puros barrizales. Años 1920-30. Pero la Virgen que se instaló fue la de Lourdes. La misma que en 1858, en un pueblo de Francia, se le había aparecido a la pastorcita Bernardita.

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La primera que se instaló aquí, en predios de La Alsacia, de propiedad de los Vásquez-Lalinde, se la robaron, casi al mismo tiempo en que le daban la estocada final al ferrocarril de Amagá. Entonces, doña María Escobar de Ángel, una matrona religiosa y adinerada, donó un pedazo de terreno de su finca El Carmelo, para construir la nueva gruta, y donó también la figura. Ese lugar está un poco hacia arriba de la antigua ubicación de la Virgen, y a orillas de la quebrada La Aguacatala. Desde entonces se le empezó a llamar la Virgen de La Aguacatala. Y cambió mucho más: la pastorcita que la acompañaba desapareció; así como dos rosas en los pies. Ahora lleva una rosa gigante.

La que se puso ahí fue la Virgen de Lourdes, que luego ha recibido numerosas advocaciones: de la Inmaculada, de la Aguacatala, la Virgen Nocturna y la Virgen de la Rosa Mística, desde los años 80. Esa fue época en la que los narcotraficantes, que también eran asiduos visitantes y devotos de la Virgen, trataron de apropiarse de ella. Por eso, quizás, durante un tiempo se la llamaba la Virgen de los sicarios.

Nunca ha tenido que mudarse, pero ha estado a punto. Ha sobrevivido a dos reformas viales de las calles que la circundan: la 34 y la Avenida El Poblado; y a un incendio, del cual salió “intacta”.

Ventorrillos

Como no podía faltar en un lugar de confluencia masiva, ahí están los ventorrillos con velas y velones, escapularios, llaveros, medallitas, etc. Luego de celebrar la misa, el padre bendice todo. Las velas y velones suelen quedarse en algún rinconcito de la gruta. Van cargadas de peticiones. Para que mi hijo gane el año, para que mi marido se alivie, para que se haga este negocito, para que mi marido y mi hijo se conviertan… Además, en esos ventorrillos también le hacen la placa para dejarle a la Virgen por haberle concedido el encargo. ¡No hay como ser agradecidos!


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