En El Poblado, en una esquina tranquila de La Aguacatala, se levanta una casa de fachada discreta que, al cruzar el umbral, se transforma en una pequeña embajada cultural de Japón. Allí funciona la Casa Cultural Japonesa, un espacio fundado en 2022 por Kaori Hatano, nacida en Hokkaido y profesora de japonés; Nicolás Moreno, su exalumno y geólogo de profesión; Luz Angélica Jiménez, colombiana de nacimiento y samurai de corazón; y Nathalie Suárez, psicóloga y karateka. Juntos materializaron un sueño: llevar a Medellín una experiencia auténtica de inmersión en la cultura nipona.
La idea pronto evolucionó en un ecosistema cultural en expansión.
“No queríamos que fuera solo un lugar para aprender japonés, sino un lugar donde se viviera Japón”,
comenta Nicolás Moreno.
Haru no Hinata: donde empieza el viaje
Esta academia, cuyo nombre hace referencia al sol y a la primavera, forma hoy a casi 200 estudiantes, en donde se enseñan diferentes niveles del idioma y disciplinas como artes marciales, origami, literatura nipona y caligrafía japonesa. Los sábados hay actividades culturales abiertas al público, y la sede alberga una biblioteca, un museo, dojo y un jardín zen abierto para quienes busquen un respiro en medio del ruido de la ciudad.
Los intercambios con Japón, tanto académicos como culturales, son otro eje fundamental. El equipo trabaja para facilitar experiencias reales de inmersión. “El 14 de junio tenemos nuestro Festival Anual e invitamos a todas las personas a que conozcan el centro, tenemos actividades preparadas, comida típica japonesa e invitados nativos”, agrega Kaori. Más información en la web: www.harunohinata.com

Kawaii Crepes: un bocado de Harajuku
Inspirado en el espíritu libre, colorido y urbano del barrio Harajuku en Tokio, es un emprendimiento que mezcla gastronomía con cultura pop japonesa. Fue fundado por Melissa Murakawa, una joven colombo-japonesa que vivió toda su vida en Japón, y su pareja Gabriel, quien comparte la pasión por el estilo kawaii, una estética que significa “tierno” y también implica identidad y resistencia cultural.
Los crepes, dulces o salados, están preparados con sabores auténticos. Todo el local está ambientado y cuentan con su propia cerveza artesanal, fabricada en Rionegro.
“Queremos que la gente viva una experiencia completa: que prueben sabores y que también se acerquen a nuestra forma de ver el mundo”, afirma Melissa. Se les puede encontrar en Instagram como @harajukukawaiicrepes.

Terra Maaru: cocina viva y natural
La cocina japonesa tiene una relación íntima con la naturaleza. No se trata solo de preparar alimentos, sino de respetar sus ciclos, comprender sus procesos y transformar cada ingrediente con conciencia. Bajo esa premisa nació Terra Maaru, un café restaurante fundado por Chieko Imoto, originaria de Okinawa, al sur de Japón.
Chieko trabaja con ingredientes locales, como vegetales orgánicos, cereales andinos y frutas tropicales, a los que les aplica técnicas tradicionales como el uso del koji, un hongo milenario clave en la elaboración del miso, la salsa de soya y el vinagre japonés.
Más que un restaurante, Terra Maaru es una propuesta de vida. “Terra es tierra, y Maaru significa círculo en japonés”, explica Chieko, quien promueve una conexión con el alimento. Cada plato, además de exquisito, está pensado para nutrir el cuerpo y el alma. Hoy ofrece servicio en su sede y tiene proyección de comenzar con domicilios. Se puede encontrar más información en su cuenta de Instagram: @terramaaru.

Doga Manga: lectura con viñetas
Es la primera librería de Medellín dedicada exclusivamente al manga. Fue fundada, en 2018, por Juan Alejandro Pinto y Juan Manuel Calle, dos egresados de Estudios Literarios de la Universidad Pontificia Bolivariana, quienes detectaron un creciente interés por este formato en Colombia.
Durante varios años funcionaron únicamente en redes sociales y en el 2024 abrieron su primer espacio físico gracias a la alianza con Haru no Hinata. “Queríamos que el manga dejara de ser solo un producto de nicho para convertirse en una experiencia cultural”, explica Juan Alejandro.
Hoy, Doga Manga no solo es un punto de venta, sino parte activa de un ecosistema cultural que promueve el manga como experiencia estética y narrativa. Además de vender libros, participan en clubes de lectura, ferias, eventos de cosplay (las personas asumen la identidad de un personaje) y encuentros con fanáticos. Su catálogo incluye desde clásicos hasta títulos contemporáneos y de autor poco comunes en librerías comerciales. Se pueden encontrar en Instagram como @dogamanga.
