Por Lina María Aguirre Jaramillo
En 22 de agosto de 2013, el gobernador Sergio Fajardo Valderrama abrió la sesión del XXX Simposio de Ciencias Sociales, organizado por la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín. Académicamente, para el propósito de la convocatoria, su presentación resultó irrelevante. Habló como gobernante de un catálogo escogido de obras en marcha, de planes futuros, y hasta del pasado, recordándole al público su anterior paso por la Alcaldía de Medellín, lo cual le sirvió de pretexto para mencionar el ideario que orienta su programa político general antes de advertirse a sí mismo (de forma retórica porque igual lo siguió haciendo) que no debería hablar de las acciones en Medellín desde su cargo actual. El público además tuvo que ver el inesperado cuadro en la cual el Sr. Gobernador fue incapaz de reconocer a cuáles municipios del Departamento pertenecían las imágenes de tres de las diapositivas de su presentación. Trató de salvar la omisión diciendo “un pueblo/otro pueblo muy bonito de Antioquia”. El mandatario se marchó sin tener que responder preguntas, no estaban contempladas en el programa. Ahora bien, en el saludo, el Sr. Gobernador fue deferente con los dos ponentes principales del Simposio: Richard Sennett y Saskia Sassen, reconocidos expertos internacionales con estudios cruciales en cuestiones de urbanismo, sociología, relaciones sociales en contextos contemporáneos, problemas de las ciudades y las sociedades que albergan. De hecho, el Sr. Fajardo dijo tener al libro Respeto del profesor Sennett, como uno de máxima referencia.
El Sr. Gobernador no se refirió concretamente a nada del libro en su presentación pero aquel hecho sirve de introducción para examinar el porqué uno de los puntos centrales del próximo Foro WUF7 en Medellín es indiscutiblemente el análisis y debate crítico de la ciudad, tanto en términos genéricos en el mundo del siglo 21 como en asuntos particulares que conciernen a Medellín, hoy y hacia las décadas que vienen. El Dr. Sennett es uno de los conferencistas principales en el Foro y precisamente teniendo en cuenta el título de este: “Equidad urbana para el desarrollo – Ciudades para la vida”, es oportuno retomar algunos de los asuntos claves que propone este sociólogo estadounidense, residenciado en el Reino Unido, en su libro El respeto, cuya edición en español (Anagrama, 2003) tiene como subtítulo “Sobre la dignidad del hombre en un mundo de desigualdad”.
“La sociedad moderna carece de expresiones positivas de respeto y reconocimiento de los demás”, afirma el autor en el prefacio. Reconoce que una idea dominante en la sociedad es que el trato igual unos a otros es la afirmación del respeto mutuo, pero ¿cómo tratar a quienes no son iguales a nosotros, a quienes están ‘fuera’ de las fronteras trazadas por el talento, o por otras condiciones creadas por la misma sociedad, fronteras socioeconómicas, por ejemplo? Sennett describe la atmósfera contracultural de su juventud. No se trata de reencarnar movimientos pasados pero sí es valioso preguntar en dónde está hoy el pensamiento inteligente que es capaz de controvertir las nociones que por mayoritarias no necesariamente están correctas. Homogeneización y adocenamiento no hacen precisamente interesante a una sociedad, esta se nutre del debate público diverso y de individuos que sean capaces de aprovechar la educación para pensar por sí mismos.
En sus investigaciones sobre los grupos privilegiados en Boston, EE.UU., tanto los de generaciones mayores como los jóvenes contemporáneos de su época, Sennett encontró también un momento de ruptura del statu quo y la cadena de eventos que hacen que una sociedad abra los ojos y constate cuándo y porqué “una élite puede perder su prestigio”, y cómo reaccionan esta y el resto de la sociedad ante ello. ¿Qué pasa cuando un miembro (s) de una élite da un paso en falso, aprovecha su posición corruptamente, cuando comete acciones ilegales, un crimen o todas las anteriores? El autor observó cómo entre los pares no suele disminuir “la consideración mutua”: ¿qué pasa cuando otros poderes le hacen también el guiño ‘considerado’ al miembro caído en desgracia? “La decadencia era algo que ellos administraban, que negociaban”, escribe el autor. Si en una ciudad como Medellín se observa un paseo de ‘emperadores’ que van desnudos como en la fábula de Andersen, ocupados en “administrar” su decadencia, entonces urge que la academia y por supuesto el periodismo mantengan la independencia necesaria de investigadores y aboguen por el respeto mutuo debido en una sociedad, incluso cuando tengan que recalcar lo evidente: miembro (s) de la élite, incurren en acciones que les despojan de traje alguno.
Sennett también indaga en el origen y significado de conceptos relacionados con el respeto, como estatus (lugar que ocupa una persona en la jerarquía social), prestigio (las emociones derivadas del estatus) y honor: una categoría más compleja que impone un código de conducta y que se define en función social. El honor debe ser conferido por los demás. Históricamente, en nombre del honor se han cometido muchas barbaridades pero también es un fundamento para el reconocimiento positivo. En este sentido, una sociedad hoy puede interrogarse: ¿qué da un alto estatus en ella? ¿es este un concepto contante, sonante y ostentable exclusivamente?, ¿qué valor concede a las cualidades intelectuales? León de Greiff describió una plaza medellinense obsesionada con la bolsa y la panza. ¿Cómo la pintaría hoy?, ¿qué sentido tiene el honor hoy para quienes están al mando de los medios de producción locales?, ¿a cuál código de conducta se adhieren hoy quienes en Medellín invocan estatus y/o prestigio, y porqué tiene tanto auge perverso el salirse con la suya a costa del derecho del otro, de la ley?
“La falta de respeto, aunque menos agresiva que un insulto directo, puede adoptar una forma igualmente hiriente. Con la falta de respeto no se insulta a otra persona, pero tampoco se le concede reconocimiento; simplemente no se la ve como un ser humano integral cuya presencia importa. Cuando la sociedad trata de esta manera a las masas y solo destaca a un pequeño número de individuos como objeto de reconocimiento, la consecuencia es la escasez de respeto, como si no hubiera suficiente cantidad de esta preciosa sustancia para todos”, se lee a Sennett. Es también un aviso para la sociedad en conjunto: ¿qué pasa cuando los discursos que obedecen a fines corporativos públicos o privados no promueven precisamente el reconocimiento de ciertos problemáticos fenómenos sociales y sus protagonistas?, ¿qué pasa cuando campañas publicitarias intentan hacer prevalecer una visión sesgada de ciudad en la cual se invisibilizan los agujeros importantes reeditando nociones de progreso y desarrollo del siglo 20 bastante cuestionadas, precisamente uno de los temas de la agenda del Foro? ¿Cuáles son las consecuencias al buscar esconder o minimizar la situación en la cual malviven altos números de personas, incluyendo una amplia base de población infantil y adolescente? Los apartes de Sennett sobre juventud y delincuencia ofrecen puntos de discusión al respecto.
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También, a partir de lo anterior, vale la pena hacer otro ejercicio: ¿qué pasa cuando, en virtud de asistir a las poblaciones más vulnerables de la ciudad se ignora la necesidad de promover respeto, honor, sentido de ciudadanía y tejido social entre las comunidades que no dependen directamente de la asistencia social pero sí pagan impuestos y subsidian servicios? Desconocer dichas necesidades y suponer que deberán ser provistas -si acaso- por agentes privados, es otra forma de falta de reconocimiento de otros grupos sociales que en la Medellín presente no conforman, ni mucho menos, un grupo compacto de familias otrora llamadas prestantes. Las políticas públicas fallan muy a menudo porque marginalizan en doble sentido. Así que confluye aquí la necesidad de autoformación y autonomía: de educación en los asuntos que afectan la vida contemporánea en una ciudad como Medellín, cómo se conectan con los de otras ciudades y cómo interviene el respeto en el proceso, a sabiendas de que, tal y como concluye el profesor Sennett en su libro, “el trato respetuoso entre la gente no se consigue simplemente ordenándolo. El reconocimiento mutuo ha de negociarse; esa negociación compromete tanto las complejidades del carácter personal como la estructura social”.