¿Por qué si estamos percibiendo que cada vez la naturaleza nos pide a gritos parar, queremos continuar con la destrucción masiva?
¿Por qué si es tan claro que las prácticas que sostienen nuestro sistema económico, cada vez se hacen menos sostenibles, se siguen tomando malas decisiones?
El proyecto del puerto de Tribugá, localizado en la Bahía de Tribugá, en el Chocó, es una de esas malas decisiones que se toman, olvidando el inmenso impacto que genera en eso que nos sostiene: nuestra casa, la naturaleza.
Mirémoslo por el tema económico, a partir de los servicios ecosistémicos: en la zona en la que se pretende construir el puerto de Tribugá, el corazón del Chocó Biogeográfico, es nada más ni nada menos que uno de los 24 puntos calientes de biodiversidad en el mundo, lugares elegidos por contar con innumerables manifestaciones de la naturaleza.
Mirémoslo por el tema de logística y transporte: no tiene conexión vial con las zonas aledañas, lo que implicaría construir más carreteras. ¿Por qué no aprovechar lo que ya se tiene y recuperar el puerto de Buenaventura?
Mirémoslo por el número de especies y de biodiversidad que se puede afectar a raíz de la pérdida de las 1.525 hectáreas de hábitat y refugio de peces, 54.433 hectáreas refugio de camarones, 1.014 hectáreas de lugares para alimentación de aves migratorias, 1,9 hectáreas de arrecife coralino, entre muchas otras.
Este planeta no da más. Y si seguimos como estamos, definitivamente no vamos a poder dejarles a nuestros hijos los servicios ecosistémicos, ni el acceso a miles de productos importados, ni las miles de especies y la biodiversidad que está en juego. En conclusión no vamos a poder dejarles nada, ni siquiera la vida.