Al finalizar este año, del cual increíblemente ya han transcurrido tres meses y medio, se estará cumpliendo el primer cuarto del siglo XXI.
Veinticinco años es una edad importante. Siguiendo un curso “normal” de vida, a dicha edad una persona, si ha sido afortunada, ha tenido la posibilidad de adelantar sus estudios; probablemente ha asistido a una universidad; inclusive, es posible que haya realizado alguna especialización y esté dando los primeros pinitos en su vida laboral.
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Varias veces, se han publicado los acontecimientos que, a sus 25 años, tuvo que vivir alguien nacido en 1900. Desde la pérdida de Panamá (en el caso colombiano); la revolución mexicana; la primera guerra mundial (llamada en ese entonces “La Gran Guerra”); la revolución rusa y la gripa española, por mencionar solo unos cuantos.
Decían las abuelas que desde el desayuno se sabe cómo va a ser la comida. Juzguen ustedes mismos cómo será el resto de este siglo, según los acontecimientos que llevamos hasta ahora.
Parece que fue ayer (como la canción), cuando en casi todas las empresas del país, se invirtieron grandes recursos, para prevenir lo que se presumía iba a ser la debacle del cambio de siglo: el paso de 1999 a 2000, conocido como el Y2K. Se decía que los servidores dejarían de funcionar a las doce de la noche del 31 de diciembre; el saldo en los bancos desaparecería; los créditos quedarían en cero; sin mencionar el hecho que se creía que los aviones chocarían en el aire, porque los radares en las torres de control de los aeropuertos enloquecerían.
Afortunadamente, no se materializaron esos riesgos y el mundo recibió el nuevo siglo con bombos y platillos, así como con obras realizadas especialmente para dicha ocasión, que perduran hoy en día.
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El 11 de septiembre de 2001 aún duele. Posteriormente, y antes de finalizar ese mismo año, se develaba uno de los mayores escándalos a nivel corporativo en los Estados Unidos: el de Enron, preámbulo de muchos otros que siguieron en los años posteriores, con compañías que se fueron a la quiebra, generando a miles de empleados y accionistas pérdidas económicas de las cuales algunos nunca se recuperaron. Y eso era comenzando el siglo, porque en 2008, los mercados financieros tuvieron su propia crisis, desaparecieron gigantes como Lehman Brothers, y otras entidades tuvieron que ser salvadas, ya fuera por los gobiernos o por firmas de la competencia que las adquirieron, pues de otra manera, hubieran desaparecido.
En cuanto a guerras, mejor ni hacer la cuenta, especialmente cuando estamos casi al borde de otra, de la cual muy probablemente no quedará nadie para contarlo.
Pocos veían venir el BREXIT, y se cumplen por estos días cinco años de otra pandemia, con cuyos efectos aún estamos lidiando.
Nos dejaron varias estrellas del mundo del espectáculo. 2016 fue un año particularmente triste en el campo de la música, con la partida de David Bowie, Glen Frey (co-autor de Hotel California), Maurice White (Earth, Wind & Fire), Prince, Leonard Cohen (cuya canción Hallelujah ha sido interpretada por múltiples artistas), George Martin (el “Quinto Beatle”), y cuando creíamos que ya era suficiente, en la Navidad de ese año, falleció George Michael.
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Pero no todo ha sido sombrío: se han dado avances muy positivos, especialmente en materia de tecnología. El internet actual es muy diferente a ese que asomaba en los albores del nuevo siglo; la inteligencia artificial, aplicada en la industria y la medicina, ha permitido salvar muchas más vidas; la creación de plataformas para videoconferencias
ha facilitado el modelo de trabajo mixto (presencial y desde el hogar) con herramientas como Zoom, Google Meet o Microsoft Teams. Los teléfonos celulares evolucionaron y hoy no se utilizan solo para hacer llamadas, pueden servir inclusive para monitorear el estado de salud y realizar muchas más funciones que, bien utilizadas, nos hacen la vida más fácil. Pero, tal vez, lo más importante viene dándose en los últimos años: la concientización acerca de la necesidad de buscar alternativas de energía sostenible y hábitos de vida que permitan cuidar el planeta.
En materia deportiva, un colombiano anotó el mejor gol en un mundial, a la vez que se convirtió en el mayor anotador (James, Brasil 2014); y otro ganó, por primera vez en la historia, un Tour de Francia (Egan Bernal, 2019).
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Decía el excongresista Miguel Navas Talero en su programa Consultorio Jurídico (que se transmitía por televisión en el siglo pasado): “¿Cuánto le enseñaron, cuánto aprendió?”. Aunque aún estamos dando vueltas en los mismos conflictos y problemas, solo que, con diferentes caras, vale la pena reformularnos esa pregunta para los años venideros. Existe en derecho una forma de adquirir el dominio llamada Aluvión, que está definida, de forma casi poética, como el aumento que recibe la ribera de un río o lago por el lento e imperceptible retiro de las aguas. No sabemos si estaremos por acá en 25 años, y no se puede solucionar en un año lo que no se ha hecho en 24. Tampoco podemos alterar el ritmo del tiempo para que vaya más lento, pero sí podemos actuar de forma que nuestras acciones no sean imperceptibles, dejando una huella que permita seguir construyendo un mundo mejor para aquellos que vienen detrás de nosotros, que, en últimas, serán los que juzguen nuestro paso por el mismo (o por lo que dejemos de él).