El planeta perdió su balance, y debemos movernos en la dirección correcta.
¡Qué especie tan especial la nuestra! ¡Siempre en movimiento!
¿Se han detenido alguna vez a preguntarse para dónde va la gente todo el tiempo? Los andenes llenos, las calles llenas, las terminales llenas. Vuelos para acá, buses para allí, barcos para más allá. Todo el tiempo. Ahora hasta cohetes espaciales.
Le puede interesar: ¿A quién le pueden gustar las polillas?
Todo este movimiento requiere de energía. De mucha energía. Cada vez más. Corrimos con la suerte de encontrar una fuente que prometía proveerla. Inicialmente, parecía interminable. Era fácil obtenerla. Con el tiempo, tocó empezar a excavar más profundo, a usar otros métodos más complejos y a explorar lugares más recónditos y, en la mayoría de los casos, ecosistemas más frágiles. Empezamos a pasar por encima (y por debajo) de montañas, ríos, mares, plantas y animales (humanos y no humanos). Nos prometieron que todo iba a estar bien mientras las economías crecieran y pudiéramos seguir moviéndonos sin restricciones. Sin embargo, si algo nos pone la naturaleza, por naturaleza, son restricciones. Pocos lo han entendido. Pocos les temen. Pocos las han respetado.
La promesa del movimiento sin restricciones nos hizo mirar para otro lado. Regalamos el espacio. Renunciamos a nuestros derechos. Nos bajamos de nivel. Sacrificamos nuestra tranquilidad y nuestra salud. Lo peor de este problemita es que no se ve. Sí, hay carros “chimenea” que nos indignan y corremos a reportar. Claro, hay nubes negras que se acumulan sobre la ciudad, pero como también son culpa de la geografía y de arenas e incendios lejanos… Pero el peor y más complejo problema es el desbalance que genera esta fuente de energía. Este no se ve. Este lo ven sólo los científicos, incluidos los de algunas grandes petroleras, que hace mucho rato sabían lo que se venía. No se equivocaron con sus pronósticos, solo no los reportaron.
Le puede interesar: Una ciudad, todos los objetivos
Balance: esa es la palabra clave. Un balance nos permitió florecer como especie. Todo estuvo bien, por milenios, mientras no nos metimos con él. Lo hicimos. Logramos desbalancear las condiciones que tanto nos beneficiaron. Aún no llega el nuevo balance y no lo hará mientras las cosas sigan como van. ¿Cuándo llegará? Quién sabe. ¿Nos acostumbraremos? Tal vez. ¿Cuánto nos costará? Mucho, sin duda.
Las cosas no pintan fáciles. No hay duda científica de que hemos transgredido algunos límites fundamentales. Entre más rápido alcancemos el nuevo balance, mejor. Nuestras acciones individuales cuentan, ¡claro que sí! Hay que presionar a los tomadores de decisiones, ¡sin duda! ¿Paralizarnos? ¡Si lo que nos gusta es movernos! Ojalá lo hagamos en la dirección correcta.