Colombia es una nación que se ha forjado desde la resiliencia y el esfuerzo de su gente, con una riqueza en cultura, biodiversidad, recursos y población invaluable. A pesar de los desafíos que ha atravesado en la historia y los que se han venido complejizando en la actualidad en temas como seguridad, crecimiento económico, salud y educación, entre otros aspectos, el país tiene el potencial de proyectarse hacia un futuro mejor si no cae en la desesperanza, un término que escucho con mayor frecuencia en las diferentes conversaciones en donde participo, y que genuinamente me preocupa. Es innegable que los problemas sociales, económicos y políticos generan incertidumbre e intranquilidad, pero la historia ha demostrado que los colombianos tenemos la capacidad de sobreponernos a las adversidades y construir un futuro más prometedor.
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Para recuperar lo que se está perdiendo, es fundamental continuar trabajando con determinación y compromiso; Colombia no debe resignarse ante la corrupción, la violencia y la desigualdad, un silencio ensordecedor que asusta ante tantos hechos cuestionables; por el contrario, debe enfocar sus esfuerzos en fortalecer la justicia, la equidad y el desarrollo sostenible y esto solo es posible si la ciudadanía asume un papel activo en la construcción del país que merece.
Un aspecto clave para lograr esta transformación es la educación, puesto que en el contexto actual, formar personas críticas, éticas, responsables, innovadoras y trabajadoras es una necesidad imperante. La educación no solo debe verse como un medio para acceder a mejores oportunidades laborales, sino como la herramienta fundamental para el desarrollo de una sociedad más justa y equitativa. No podemos seguir viendo a la educación como la cenicienta del cuento, porque para nadie es un secreto que esta cartera se ha visto afectada por la insuficiencia en la gestión y ejecución del presupuesto destinado al sector, con un Ministerio de Educación que no ha logrado ejecutar de manera eficiente los recursos asignados y que sufre recortes importantes para este año que apenas comienza, lo que ha derivado en la baja generación de proyectos para el mejoramiento de la infraestructura, cobertura, currículo pertinente, capacitación docente, dotación de materiales pedagógicos y tecnológicos, alimentación escolar, transporte o acceso a educación superior, entre otros aspectos fundamentales para mejorar la calidad educativa que reciben nuestros niños, niñas y jóvenes.
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Definitivamente, una sociedad educada es una sociedad que sabe exigir sus derechos, que participa en la construcción de políticas públicas y que se resiste a la manipulación y la desinformación tan predominante en la actualidad. Es urgente cambiar la mirada mediocre que intentan desdibujar, desde ideales anacrónicos y controvertibles, la importancia de la academia, la rigurosidad intelectual y la disciplina. La educación debe ser la punta de lanza del cambio, no una herramienta desvirtuada por intereses particulares. Valorar el conocimiento, fomentar la investigación y promover las buenas prácticas en todos los sectores de la sociedad es el camino para transformar a Colombia en el país que realmente merecemos.La esperanza no debe perderse mientras haya ciudadanos y líderes comprometidos con la construcción de una sociedad mejor; Colombia tendrá la posibilidad de avanzar, la clave está en seguir trabajando en fortalecer la educación y en exigir liderazgos responsables. Si logramos esto y que todos los sectores (público y privado) confluyan hacia un mismo objetivo, el país que nos merecemos dejará de ser un sueño y se convertirá en una realidad tangible.
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