El Museo de Arte Moderno de Medellín celebra 45 años de historia. Sustentado en unas raíces fuertes, su savia se nutre constantemente.
Han pasado 45 años de una historia sin par. Primero estuvo en el sector de Carlos E. Restrepo, un punto de encuentro, un escenario que irradió proyectos y movió la escena artística de Medellín. Y lo sigue haciendo desde su sede en Ciudad del Río, donde expandió sus metros cuadrados y su potencial como fuente inagotable para el conocimiento y el diálogo sin punto final.
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El Museo de Arte Moderno de Medellín se ha consolidado con el paso de los años. Sus directoras han sabido infundirle una fuerza singular acorde a cada momento. Una institución que desde sus inicios se ha integrado al transcurrir de la ciudad, no ha estado de espaldas a ella, siempre se ha sentido y se ha visto como integrante de una urbe que a lo largo de estas décadas ha vivido momentos de enorme complejidad. El Museo ha estado ahí, muy presente.
María Mercedes González asumió sus riendas en 2012 y, desde entonces, su propósito ha sido el de procurar una reflexión constante, no solo sobre la plástica contemporánea sino sobre otras actividades que nos definen como sociedad. Para ella es vital la pregunta que trasciende; escuchar, abrirse a las múltiples respuestas, entender procesos. Eso la lleva a decir que “siempre vamos a ser jóvenes”. Desde que asumió el cargo ha visto su transformación y consolidación, dos palabras que hablan de pasado, presente y futuro.
En 2009 el Museo llegó a Ciudad del Río. Se recuerda ese momento como de fiesta. Una institución cultural que crecía en sus metros cuadrados con la promesa de convertirse en un gran complejo cultural.
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En 2015 el edificio se expandió. Hoy se puede decir que el Museo es un eje que propaga su fuerza tanto en la ciudad sede como en el resto de Colombia. El diálogo con otras geografías ha sido fundamental, dice María Mercedes, quien habla de cómo su nombre tiene eco en otras regiones, de hecho, algunas exhibiciones han contado con la presencia de artistas y curadores de distintos países, y muchos invitados a charlas y conferencias han hablado otros idiomas.
Se ha querido hacer las cosas de otra manera, relacionar comunidades, dinamizar. No ha sido fácil. Su presupuesto el año pasado fue de 8.000 millones de pesos, de los cuales el 45 % fue de ingresos propios. Han contado con el apoyo del Estado, de la empresa privada, de la junta directiva, de artistas y amigos benefactores. En estos años ha habido una cocreación, que ha permitido enriquecer los contenidos con lenguajes que cuestionan y estimulan la imaginación.
En tal sentido, Emiliano Valdés, curador jefe del Museo desde 2015, advierte que hay un interés en darle cabida a una multiplicidad de voces, salirse de la hegemonía, de la imposición del discurso y entender lo que implica la producción artística con una visión amplia y generosa. No se trata solo de lo visual, tienen cabida todos los sentidos, en esa experiencia donde el arte es núcleo que mueve una reacción en los hacedores y en los espectadores.
Emiliano siente que el Museo de hoy es distinto al que encontró, se han asumido nuevos trayectos en la curaduría, se ha repensado la museografía. Ha habido consolidación y crecimiento.
María Mercedes y Emiliano saben que los públicos ahora son más exigentes, más críticos. Es clave responder al entorno, a la ciudad que se habita; procurar rupturas, experiencias. Los desafíos no paran en el Museo de Arte Moderno de Medellín, ese centro que celebra 45 años procurando una conversación fluida, porque no solo se trata de hacer exhibiciones. Allí hay mucho más.
Una cita
El MAMM se inauguró en 1978 con participación de artistas, arquitectos y gestores. En 2009 inició su historia en Ciudad del Río. Tiene unos 10.000 metros cuadrados. Su actividad se ha extendido más allá de sus paredes y ha impactado positivamente la zona que lo rodea. Se inauguran 11 o 12 exposiciones al año con propuestas colectivas e individuales y expresiones de firmas nacionales e internacionales. La programación de cine es permanente.
En su colección están las obras de Débora Arango, Beatriz González, Álvaro Barrios y Bernardo Salcedo, entre otros. Su proyecto curatorial propone multiplicidad de conversaciones en las que lo visual se une a las experiencias sonoras y táctiles.
Este año, a julio 31, se contaban 101.236 visitantes. Han asistido a las exposiciones 38.000 personas. Los espectadores del cine han sumado 23.100.