El colegio sigue fortaleciendo sus bases en el ultimate, su deporte insignia. Hoy 49 alumnas hacen parte del proceso formativo.
Por Sebastián Aguirre Eastman / [email protected]
El lunes 10 de septiembre, las 27 niñas de la categoría junior, de sexto a undécimo grado, tuvieron su primer contacto con el disco luego de casi tres meses de vacaciones, y sí que les hacía falta.
Dirigidas por Catalina Ospina, integrante de la Selección Colombia Máster, las jóvenes volvieron a disfrutar su deporte preferido, el ultimate. Desde hace diez años es la insignia del Colegio Marymount y un surtidor permanente de talentos para los equipos nacionales, gracias al trabajo formativo que han consolidado en este tiempo, pues en total son 49 alumnas, sumando las 22 que integran la categoría infantil (primero a quinto grado).
Recuerda Catalina cuando en 2007 un conocido le insinuó que en el colegio estaban buscando una entrenadora, pues tenían la intención de incluir el ultimate en su propuesta formativa. Ella en esa época jugaba en el club Revolution, estudiaba en la U. de A., y envió la hoja de vida, con la suerte de que fue elegida para el cargo.
El Marymount escuchó el clamor de un grupo de alumnas de sexto grado, lideradas por Sara Builes, quien ha sido una de las grandes estrellas de este deporte en el país -campeona mundial en un par de ocasiones con Colombia-.
Comenzaron con un grupo de diez alumnas, todas de sexto grado -Sara y sus compañeras de salón-, y de a poco se fueron sumando deportistas, en principio de bachillerato y con el paso de los años las menores se fueron abriendo campo.
Les tocó empezar de cero, pues ninguna sabía del deporte, solo tenían lo que habían visto en medios, dado el auge que el disco tenía en espacios como la Universidad Eafit.
Muchas de las niñas sentían desencanto por los deportes tradicionales -que por supuesto también tienen cabida en el colegio-, así que el primer trabajo era enamorarlas del ultimate, para luego darles paso a las ganancias técnicas del lanzamiento y la atrapada.
La evolución
Tras diez años, el ultimate es hoy el deporte con más fuerza en el Marymount. Los entrenamientos son dos veces a la semana para un total de tres horas y cada mes participan en eventos organizados por colegios o por universidades.
La Copa Marymount es el certamen estrella que organiza el colegio cada año, al cual invitan a rivales como el Montessori, San Ignacio, Horizontes y Colombo Británico, otras instituciones con bases en este deporte.
Una de las premisas del colegio, además de competir y ganar, es la de darles a las deportistas un espacio para desarrollar el “espíritu de juego”, y llevar el mensaje de mujeres empoderadas, que dialogan, que son libres y respetuosas, cierra Catalina Ospina.
Para ELISA E Isabel el ultimate es euforia y adrenalina
Elisa Bencardino Villa (14) e Isabel Gaviria Londoño (15 años) son dos de los más experimentadas en el grupo de la categoría junior, ya que han hecho parte de selecciones Colombia.
Ambas cursan noveno grado, y han estado vinculadas al ultimate desde hace seis años, cuando la hermana de Elisa, Andrea, las motivó a unirse a los equipos en los cuales ella ya jugaba.
Al principio no tenían ni idea de cómo se lanzaba el disco ni cuáles eran sus reglas, incluso cometían uno de los grandes pecados del deporte: llamar frisbee al disco.
Pero las prácticas y las competencias las fueron formando hasta destacarse en sus posiciones: cortadora -la que se encarga de anotar- y armadora -de hacer las asistencias para la anotación-.
Hace un par de años Isabel y Elisa acudieron con la selección Colombia a un campeonato internacional para menores de 17 años en Bélgica, donde enfrentaron a combinados de Bélgica, Francia, Alemania, Suecia. El nivel fue muy alto y notaron las diferencias en la contextura física con sus rivales, “piernilargas y que se aprovechaban de nuestra altura para jugar por arriba”. Sin embargo, la actuación no fue mala: quedaron quintas entre nueve equipos.
Pero dicha experiencia no les fue del todo grata. En 2018 fueron convocadas a unas pruebas para integrar de nuevo el combinado nacional, pero se retiraron del proceso. Igual les ocurrió con un paso por el equipo Revolution, uno de los más fuertes de Antioquia. Dicen, y coinciden, en que en ambos momentos sintieron que el ultimate estaba dejando de ser un pasatiempo y perdía gracia porque ellas solo quieren es divertirse, liberarse de las preocupaciones propias de sus edades, desfogar euforia y adrenalina. “Era un peso innecesario”, recalcan.