El llamado de Dios a Quintero…

Mi amiga Fulanita -la que no tiene filtro- anda deslenguada con el embalaje de las elecciones locales. “Ahora sí que está cochina la cosa”, me dijo. Sin casi respirar soltaba cada idea deshilvanada: ¡Saulo, Saulo, por qué me persigues!… el atropello… la gran decepción… la entrevista de la señora… “¿Te das cuenta?”. Yo muda, no entendía nada.

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Sólo cuando terminó de vaciar su disco duro logré aclarar algunos asteriscos:

  • Por ejemplo, que es una imprecisión de los medios afirmar que Quintero dejó tirada la ciudad con la renuncia a la alcaldía. “La dejó tirada desde el día en que se posesionó, Medellín nunca le importó. La usó para reinar con sus áulicos, sembrar cizaña, y hacer campaña presidencial. De resto, ahí les quedan el hambre, la inseguridad, la división, el desorden”. Ni modo de contradecirla.
  • Que uno de sus grandes problemas, más allá de que sea mentiroso, es que se crea las mentiras que dice. “Y a quien se atreva a desconfiar de su palabra o de la de alguno de los integrantes del primer círculo -la pandilla del Tomate-, sus ejércitos de bots, siempre en acuartelamiento de primer grado, le caen como hienas”. Son refractarios a cualquier crítica, por constructiva que sea.
  • Que, a propósito del movimiento del Tomate que fundó hace años, este le despertaba mucha simpatía. “Un grupo de jóvenes irreverentes, frescos, con sentido del humor, sin vicios políticos…, condiciones que, a la hora de la verdad, mutaron en agresividad, soberbia, resentimiento, politiquería; plagas que apestaron la redonda hortaliza antes de que pelechara”. Qué culpa tiene el tomate, si está tranquilo en la mata; valiente farsa la que nos trataron de vender.
  • Que en la entrevista-monólogo de Semana con su esposa, Diana Osorio -ni una respuesta concreta, ni una contra pregunta-, quedó en evidencia la manera como “nosotros” -puede que se refiera a ella y su esposo o a ella y los tomates o a ella y sus lombrices- subvaloran la inteligencia de los lectores: “Daniel me dijo, ‘siento que tengo un llamado…, siento que debo estar en la batalla…, quiero estar en la calle’…, nos consideramos soldados en la política…, hay que mirar donde Dios nos pone”. Y vuelve y se riega Fulanita: “¡San Pablo -nombre artístico de Saulo de Tarso- se quedó en palotes!  Cuenta la Biblia que recibió el llamado cuando se cayó de un caballo; ahora verá que Quintero afirma haberlo recibido cuando un conductor desprevenido -que él tildó de uribista y asesino en potencia- lo atropelló por estar haciendo lo que ningún peatón debe hacer: atravesarse en la vía”. Muy poco le sirvió el show de víctima, son varios los candidatos que no lo quieren a su lado y los que sí lo quieren, no logran remontar en las encuestas. (Ay, San Daniel, ¿o Saulo Quintero?)

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ETCÉTERA: Me pregunto: ¿Por qué si la gente lo adora en las redes, lo desaprueba en los sondeos?, ¿por qué si es un cruzado del amor -como alega serlo- destila puro desamor?, ¿por qué se ufana de tener las cualidades que en sus contendores considera defectos?, ¿por qué tuvo la necesidad de inventarse el cuento del guiño de Dios? “Lo que soy yo, no le creo ni mu”. Lo que soy yo, tampoco, Fulanita. A ninguno. Pero, tranquila, terminado el baile, volveremos a llenarnos de calabazas.

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