El Lenguaje del amor y La Legumbrería

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Muy temprano me di cuenta, ahí está la virgen, que cocinar era una vía muy efectiva y rápida para la conquista de féminas. Por eso cuando el famoso fotógrafo Andrés Sierra me invitó a participar en el proyecto de un libro de cocina para parejas, me pareció una oportunidad única para compartir información alrededor de un tema que me terminó de apasionar desde que leí Afrodita. Este es un libro maravilloso de cocina de la gran Isabel Allende que, extrañamente, muy poca gente ha leído, y para mi es una de sus obras maestras. Allí leí una frase que me marcó: “Nada más sexi que un hombre cocinando” y, la verdad sea dicha, a muchas mujeres les encanta que les cocinen, otra vez: ahí está la virgen.
La cocina es el preámbulo perfecto para una velada rica, ya que los aromas, sabores, colores, texturas son un estímulo sin igual para los sentidos. Quién fue la bestia que dijo que “con la comida no se juega”. Todo lo contrario. El chocolate, el sabor del amor, las confituras, caramelos, el champán, las ostras, el vino, las frutas y los postres son perfectos para una mañana de sábado de resaca o un domingo jugando entre pegotes. Como digo en La Cama está Servida, el amor se tiene que sazonar con cambios, gusto y pasión y nada mejor que platos diseñados para el retozo y los juegos de la pareja.
Gracias al periódico por haberme invitado a hablar de mi primer libro; ya sembré un árbol y ya tuve un hijo, me toca agradecerle a Dios por tantas oportunidades. No me extiendo más con mis cosas para hablarles del mejor descubrimiento que mi estómago ha hecho en los últimos días: La Legumbrería.
Conocí hace varios años a John David Zárate. Él era el ayudante de cocina del súper chef Santiago Uribe en su Cocina, Campo y Madera. Luego lo vi algunas veces, antes y después de su viaje de estudios a Argentina y Perú. Allí, sin duda, aprendió mucho, pues, de verdad, hacía años no comía tan rico y no veía un sitio de donde la gente saliera más que feliz.
La Legumbrería, en el mall Indiana es un negocio con identidad, no como muchos que montan hoy con extensas cartas con platos tanto de Sonsón como de Miami. Cada semana cambia su carta según lo mejor que va encontrando en los mercados aunque mantiene algunos platos como el entrecote y las costillas braseadas que son un espectáculo. A este cocinero me le quito el sombrero porque, además, ha sabido exaltar con maestría algunos alimentos casi siempre detestables como la arracacha y la batata que allí saben a gloria.
Tanto elogio es buscando que los estudiantes de cocina que pululan hoy en la ciudad y tanto inversionista que sin saber nada del sector de la restauración se mete en esto tan duro de abrir restaurantes, lo visiten para que entiendan que la fórmula no es matarse estudiando para después salir a regalar el trabajito; lamentablemente para muchos negocios su mayor virtud es el bajo precio y tarde que temprano se dan cuenta de que no es el camino. A su vez, para que los inversionistas entiendan que de las cartas extensas en donde se refleja pura envidia por los negocios exitosos, no queda más que un montón de comida para botar o reciclar en platos del día.
John David, mis respetos, sos un chef sensacional. Escríbanme a [email protected]
[email protected]

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