El legado de Leonel Estrada
Su muerte deja un sabor agridulce: tristeza por el vacío, pero alegría pues su legado está vigente
La muerte, por más inevitable que sea, no dejará de ser dolorosa. Toda muerte deja siempre un vacío en los seres queridos, en los más cercanos, en los amigos, compañeros de estudio, de trabajo o en viejos vecinos. Pero hay casos en que este sentimiento de pérdida trasciende el círculo inmediato y se extiende a una sociedad que reconoce en quien murió los valiosos aportes que le hizo en vida. Es el caso de Leonel Estrada.
Aunque nació en Aguadas, Caldas, desarrolló buena parte de su vida en Medellín. No en vano, en septiembre de 2011, en un homenaje que le hizo el Museo de Arte Moderno (Mamm) -del cual fue fundador- decía su amigo, el escritor y crítico Darío Ruiz: “Medellín y el arte le deben mucho a Leonel Estrada”.
Por esos días lo entrevistamos en su apartamento en El Poblado, una especie de museo donde con solo salir del ascensor el visitante se encontraba en medio de esculturas y pinturas realizadas por él en diferentes técnicas. Nos sorprendió su lucidez, su creatividad, su vitalidad. Acababa de cumplir 90 años, pero era un hombre sin edad o por encima de esta. Seguían brillando en él las características que le habían permitido destacarse: creativo, crítico, aún escribía poemas, pintaba, exponía y disfrutaba enormemente con las manifestaciones del arte. Continuaba convencido de que era necesario despertar en los niños la creatividad -y se ocupaba en proyectos afines-, y que el arte había que comunicarlo. “Mi gran interés ha sido comunicar el arte en Medellín y refrescarlo un poquito”, nos decía. ¡Y vaya que lo logró!
Leonel Estrada era en realidad un hombre polifacético que sobresalía en todo lo que emprendía. Además de distinguirse como ortodoncista (para él, la Ortodoncia era un arte), se destacó como educador, escultor, pintor, poeta, historiador e investigador, por solo citar algunos aspectos. Sus talentos no eran pocos, pues sus allegados también reconocían en él sus dotes como contador de chistes y bailarín de tango. En referencia a sus talentos, y como era un gran devoto, de misa diaria, en la entrevista le dijimos: “Usted tiene rosca con Dios”, a lo que contestó con sencillez, rodeado de marcadores, pinceles y pinturas por colgar: “No tengo rosca. Mi padre era muy creativo y sembró en mí muchas cosas que han venido saliendo”.
Pero la de gestor cultural fue, sin duda, una de sus facetas principales, a la que más le debe el arte en Medellín: fue precursor de las bienales de arte realizadas en los años 68, 70, 72 y 81, que tanto contribuyeron al desarrollo del arte moderno y contemporáneo en la ciudad.
Hay mucho que agradecerle, pues, a Leonel Estrada.
Su muerte deja un sabor agridulce: tristeza por el vacío, pero también alegría, pues su legado está vigente.