El informe anual de Medellín Cómo Vamos refleja un panorama preocupante para la ciudad. Es hora de buscar y armar consensos.
Son datos, y hay que darlos. Acaba de ser publicado el informe anual de Medellín Cómo Vamos, un programa del sector privado que tiene como objetivo hacer análisis y seguimiento a la calidad de vida en la ciudad. Después de 15 años de trabajo continuo, los informes de esta entidad se han convertido en un termómetro riguroso, concienzudo e independiente, con información estadística que refleja los cambios en todas las áreas.
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Y entonces, ¿cómo vamos? Como vamos, vamos mal. Después de un año de pandemia, no era posible esperar buenos resultados en muchos campos, pero las cifras denotan una situación bastante preocupante. En un solo año, entre 2019 y 2020, dice el informe, la pobreza monetaria en el Valle de Aburrá pasó de 24,4 % a 32,9 %. Es decir, 334 mil ciudadanos más entraron a la condición de pobreza.
La tasa de desempleo, causa de esta situación, pasó de 11,9 % a 18,7 %. Y en este escalafón doloroso, los más golpeados son las mujeres y los jóvenes. En 2020 se destruyó el 10,2 % del empleo de las mujeres, frente a una destrucción del 8,2 % en el caso de los hombres. La tasa de desempleo de los jóvenes en Medellín, por su parte, aumentó de 18,5 % a 27,4 %.
Después de un año de pandemia, no era posible esperar buenos resultados en muchos campos, pero las cifras denotan una situación bastante preocupante.
En tema de educación, los datos son escalofriantes. Según el informe de Medellín Cómo Vamos, en el último año disminuyó en la ciudad el número de niños y niñas atendidos por el programa Buen Comienzo, pasando de 84.218 a 80.789. Este programa de la alcaldía, del que tanto se ha hablado en los últimos días, además de bajar las semanas de atención en medio de la pandemia, viene disminuyendo el número de niños de 0 a 5 años que atiende: se pasó del 47,8 %, en 2019, al 45,3 %, en 2020.
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Y aunque, según los datos, en Medellín aumentó la cobertura bruta en educación media, la ciudad no ha podido lograr los niveles de población atendida de 2004 (cerca de 80.000 estudiantes) ni los niveles de cobertura de 2010-2012 (alrededor del 81 %). “La ciudad viene perdiendo capacidad de encontrar, atraer y mantener a los estudiantes en educación media”, dice el informe.
Pero el problema no es solo en materia de cobertura, sino también en calidad. En el último año se profundizó la brecha de calidad entre los resultados de los estudiantes del sistema público y privado: el porcentaje de colegios oficiales en categorías A+, A y B en pruebas saber 11 fue de 52,5 %, mientras para los privados fue de 89,8 %: “Los resultados que ya venían empeorando para todo el sistema desde 2018, se deterioraron aún más entre 2019 y 2020”.
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No ayuda mucho en este panorama la desconexión del alcalde de Medellín con el sector privado, con la academia y con las organizaciones sociales. Si algo ha salvado a la ciudad en las otras -muchas- circunstancias en las que ha estado en graves problemas, es la capacidad de trabajar juntos. No basta repetir como un mantra el lema Medellín Futuro, si no sentamos las bases seguras para que eso pase. Es hora de buscar y armar consensos.