De forma similar ocurre por ejemplo con las Profecías de Nostradamus: son excelentes para predecir el pasado, para adivinar con asombrosos detalles lo que ya sucedió. En cuanto a ayudarnos a leer el futuro, esto ya es más complicado. Están escritas en un lenguaje muy oscuro, difícil de interpretar: hay que dejar que pasen las cosas y después miramos. Pero algunos han decidido creer que en aquel libro está escrito el porvenir y no hay poder humano que los haga dudar.
Desde el mismo momento en que se conoció el resultado de las elecciones en los Estados Unidos, las páginas editoriales de todos los periódicos más influyentes del mundo se han extendido en sus análisis: aunque erraron los pronósticos, abundan en razones para explicar el triunfo del señor Trump. Sus conclusiones coinciden en algo: que este candidato supo recoger las frustraciones y los miedos de las clases medias y bajas de la población wasp (White, Anglo-Saxon, Protestant). Parece ser la única verdad… ¿o la única verdad que se quiere encontrar? Porque hay algo más: este personaje derrotó no solo a los establecimientos Demócrata y Republicano sino también, aunque duela reconocerlo, al New York Times, a Los Angeles Times, al Washington Post y al Boston Globe – periódicos emblemáticos de la prensa libre en el mundo que dieron la batalla contra Trump -, y en general al resto de las grandes publicaciones de los Estados Unidos. ¿Qué ha pasado?
Tal vez se trate de que el Cuarto Poder – como definía a la prensa Edmund Burke desde el siglo XVIII, debido a la enorme influencia que podía ejercer -, ha dejado de existir o tiene los días contados. Y no solo en los Estados Unidos sino también aquí en Colombia. A pesar de que las grandes publicaciones de circulación nacional y la mayoría de sus columnistas estuvieron bastante activos en la promoción del SI en el plebiscito, este fue derrotado. Lejos están también los tiempos en que un editorial de alguno de los grandes diarios nacionales hacía temblar un gobierno.
Las redes sociales han llevado al máximo la efectividad de la propaganda política. El ejercicio de la política implica decirle a la gente lo que desea oír. La persona quiere que alguien le confirme que tiene razón en sus resentimientos y en sus miedos. Si recibe mil mensajes al día que le refuercen esos sentimientos, los leerá y replicará con gusto. Al reenviarlos, además, deja de ser un lector pasivo, se siente actuante. Probablemente esta sea una de las razones por las que la prensa ha venido perdiendo protagonismo en lo político.
En cuanto al futuro, nadie sabe cómo se desenvolverá algo que apenas comienza. ¿Quién pudo haber imaginado hace unos años que la producción sistemática de noticias falsas en la web tuviera tal influencia en la elección del presidente de los Estados Unidos? ¿Son ya el Cuarto Poder?
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