La Organización Mundial de la Salud califica el hábito de fumar como la mayor amenaza global contra la salud. Y al costo en vidas humanas se le debe sumar el costo económico. En el primer mundo, donde el consumo de cigarrillo ha disminuido en los últimos años, las enfermedades derivadas del tabaquismo originan cerca del 10% de los gastos del sistema de asistencia médica. En el tercer mundo el consumo de cigarrillo está en alza y los sistemas de asistencia médica y seguridad social son, como lo sabemos bien en Colombia, precarios.
Estados Unidos está en la mira de las críticas por forzar a permitir la importación de cigarrillos estadounidenses mediante tratados comerciales. Pero también hay reproches contra otros, como Alemania y Japón, que hacen lo mismo en sus zonas de influencia.
En Alemania, el Centro de Investigación del Cáncer denunció en marzo que la industria tabacalera fomenta conscientemente la adicción al tabaco mediante la manipulación de los cigarrillos con sustancias químicas. Se trata del mismo asunto que le ha significado a esta industria el pago de indemnizaciones multi millonarias en Estados Unidos y que fue llevado al cine en la película El Informante (The Insider).
Aquí en Antioquia, donde es prohibido fumar en lugares públicos, la edad de inicio de los fumadores es de 13 años y en el Valle de Aburrá el 36.4% de los jóvenes escolarizados fuma (36 de cada 100 estudiantes). Y aunque algunos estudios dicen que las cifras tienden a la baja en Colombia, la tendencia en países como el nuestro es de aumento. Por eso mientras en Europa y Norteamérica la publicidad del tabaco y sus productos relacionados es restringida y obligada por la ley a mostrar con imágenes las consecuencias del consumo de cigarrillos, aquí se pasea con vallas ambulantes y hermosas modelos por los lugares frecuentados por los jóvenes y regala cajetillas a diestra y siniestra.
El 31 de mayo pasado fue el día del no fumador en el mundo; muchos jóvenes, si nos atenemos a la información disponible, lo celebraron con su primera fumada.