En 1935 apareció un experimento mental tan extraordinario que aún hoy seguimos debatiendo. Nos cambió la manera en que entendemos la realidad.
En la primera mitad del siglo XX los científicos más brillantes del mundo se partían la cabeza intentando entender cómo funcionaban materia, átomos y todo lo demás. Los nuevos experimentos traían resultados tan diferentes a lo que el sentido común podía esperar, que fue necesario poner en duda el entendimiento de la realidad.
Para salvar la cordura de los estudiantes, apareció la mecánica cuántica. Esta es la encargada de explicarnos cómo funcionan las cosas en el mundo subatómico, donde una partícula puede desaparecer y luego aparecer en otro lugar sin que esto sea visto como raro.
Esta comenzó a explicarnos cómo sucedían estos fenómenos que parecían más provenientes de la magia que de la ciencia, pero para hacerlo fue necesario entender que el universo microscópico no se puede estudiar como un absoluto.
Fue aquí donde apareció un hombre cuyo apellido parece que nadie sabe pronunciar bien: Erwin Schrödinger. Era un físico austríaco genial que propuso un experimento como el que le describo a continuación: imagínese que usted tiene un gato y lo pone en una caja cuyo interior no podemos ver desde afuera. Tampoco se puede escuchar lo que ocurre en el interior. Dentro de la caja hay una botella con gas venenoso y la tapa de dicha botella está conectada a un sistema que lanzará una moneda al aire y, si cae cara, liberará el gas. Si cae sello dejará al gatito con vida. El sistema que lanza la moneda permanece en el interior de la caja y no podremos saber el resultado hasta abrirla.
Al terminar el tiempo establecido, la probabilidad de que haya caído cara y el gato esté muerto es del 50 %. Entonces, sin abrir la caja aún, ¿qué podemos decir del estado del gato? Según los principios de la mecánica cuántica, se debe considerar que el gato está vivo, pero también muerto. Se trabaja con ambas posibilidades para hacer cálculos y entender los misterios de las partículas. Un mundo de probabilidades superpuestas.
Aquí usted podría decir que esto es una bobada y que solo hay que abrir la caja para saber qué pasó con el gato. El detalle es que los científicos no pueden “abrir la caja” en muchas situaciones e igual tienen que conseguir resultados. La mecánica cuántica ha sido una de las teorías que mejor ha funcionado a lo largo de casi un siglo de su uso y se sigue comprobando su efectividad a la hora de comprender el microcosmos. Debido a esto usted disfruta de elementos electrónicos de uso diario.
Ahora bien, visualice por un momento al científico preparando la realización del experimento. No creo que lo haya imaginado llorando por la muerte del gato antes de que suceda. Por supuesto que no, el científico sabe que solo cuando abra la caja puede conocer con certeza el estado del gato y actuar en consecuencia. Sufrir por esto antes de que pase carece de propósito. Sin embargo, es lo que la mayoría de los humanos hacemos: ante eventos que pueden ocurrir de muchas formas, escogemos en nuestra mente los peores resultados posibles.
Debemos ponernos un poco cuánticos y sí, considerar todas las posibilidades, pero actuar y experimentar las emociones asociadas solo cuando el hecho en sí ocurra. La mayoría tenemos gatos encerrados que no nos dejan en paz.