El desarrollo es un combo

No, no se trata de un combo delictivo, aunque también los incluye. Es más bien como el combo de hamburguesa, papas y gaseosa: trae cosas que nos encantan, otras que nos gustan poco y algunas que, francamente, nos molestan. Así viene por defecto el combo. Vivir en el Oriente antioqueño también es uno con cosas buenas, regulares y malas.

La mayoría de quienes vivimos en Oriente terminamos en esta región buscando tranquilidad, lo verde, posiblemente un espacio generoso donde tener a nuestros animales de compañía y más seguridad. En mi caso, ya no me recibían en ningún apartamento con mis perros en Medellín, de modo que primero me fui para Santa Elena y después terminé en El Retiro.

Sin embargo, el desarrollo viene en combo y los aspectos agradables que buscamos traen consigo efectos menos deseables. Por ejemplo, los servicios públicos aquí suelen ser deficientes. En la vereda donde vivo, el agua falta la mitad de la semana y el internet de banda ancha solo funciona bien cerca de las cabeceras municipales. Cuando me mudé al campo, hace más de 15 años, tenía que navegar a cuentagotas con los datos de mi celular en 3G.

Empero, a medida que crece la población en el Oriente, la oferta de ciertos servicios mejora gracias a las economías de escala. Paradójicamente, esto también erosiona la tranquilidad y el sosiego que buscábamos al comienzo. Los trancones, de los que huíamos en la ciudad, reaparecen; lo que antes era económico ahora se encarece. El vecino ruidoso que ponía música a todo volumen los fines de semana, en la ciudad, es reemplazado por otro que hace lo mismo con su guadaña o su máquina sopladora.

Y como los amigos de lo ajeno no roban donde no hay nada que llevarse, también empiezan a mostrarse, por estos lados, en busca de mejores réditos para sus actividades delictivas. Ni qué decir del consumo y la comercialización de drogas, que ya saturaron a Medellín y el Valle de Aburrá, y ahora comienzan a extenderse no solo a otras ciudades del país, sino también a los municipios del Valle de San Nicolás.

La oferta cultural y educativa sigue caminando a pie en el Oriente, mientras el progreso viene de frente como una locomotora a toda marcha. La respuesta institucional a los retos que plantea el desarrollo de esta región se mantiene insuficiente e ingenua frente a los retos que se ciernen sobre nosotros.

El desarrollo no solo trae lo bueno; también viene con lo malo, como un combo. Mientras no abordemos los problemas de fondo que aquejan a nuestra sociedad, de poco servirá huir a otros lugares con la ilusión de que allí la vida será completamente distinta. Algunas cosas cambian y otras simplemente vuelven a empezar.

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