¿Cuando va de compras se pregunta, entre otras cosas y más allá de precio y calidad, si el proceso involucró la explotación o el sufrimiento de los trabajadores que elaboraron el producto?
Varios autores han confirmado que nuestros hábitos de compra tienen un gran impacto en el desgaste ambiental actual; también confirman el poder que tiene el consumo responsable para cambiar esta situación. Pero, ¿qué es esto? La página www.consumoresponsable.org lo define como la elección que realiza un consumidor, basada no solo en la calidad y el precio, sino también en el entendimiento del impacto ambiental y social que tiene el producto a comprar, así como en el desecho que se genera en ese proceso. Comprende, por ejemplo, productos ecológicos y las prácticas enfocadas en minimizar el impacto de la acción humana sobre el planeta.
Por otro lado, este concepto tiene tres grandes enfoques: el consumo ético o crítico, el consumo ecológico y el consumo solidario y de comercio justo. El primero se evidencia cuando nos preguntamos si aquello que vamos a comprar es realmente necesario para nuestra existencia, si puede ser reemplazado por otro que favorezca a un grupo específico de personas o si podemos prescindir de esto.
El segundo enfoque, el consumo ecológico, se pregunta por las características de producción, favoreciendo las prácticas orgánicas (la agricultura orgánica minimiza el uso de fertilizantes químicos y recursos no renovables e intenta utilizar al máximo los recursos del entorno en el cual está siendo desarrollado).
Y el tercer enfoque considera las relaciones sociales y las condiciones de los trabajadores que elaboran los productos, es decir, el consumidor se pregunta, entre otras cosas, si el proceso involucra su explotación o sufrimiento, o si mantiene su cultura o la pone en riesgo.
Desde rechazar hasta redistribuir
Lo anterior se puede traducir en acciones concretas basadas en las 7R’s del consumidor responsable: Rechazar, Reflexionar, Reducir, Reutilizar, Reclamar, Reciclar y Redistribuir. Aplicar estas “Rs” simultáneamente puede parecer abrumador, pues nos obligaría a realizar grandes cambios, sobre todo teniendo en cuenta las complejidades de nuestra vida moderna y del mercado, el cual nos bombardea con publicidad y está lleno de productos que se dañan fácilmente y que pueden parecer desactualizados después de unos pocos meses desde su compra. Por estos motivos, hay quienes piensan que no es fácil ser consumidores responsables. Sin embargo, yo estoy convencida de que puede ser algo sencillo.
Si, primero que todo, dejamos de pensar que son cuentos jipis y nos hacemos conscientes de nuestro impacto en el planeta. Por ejemplo, podemos empezar a aplicar las R’s del consumidor responsable de a poquitos: empezando por las que podamos hacer ya, y sumando nuevas R’s a medida que podamos hacer más cambios. También podemos hablarles sobre esto a nuestros familiares, amigos, y conocidos, creando redes de consumidores responsables que nos ayuden a generar presión en las empresas y el mercado. Informarnos, preguntar y cuestionar nuestros hábitos actuales en pro de construir una relación más amable con el ambiente y hasta con nosotros mismos es, también, un paso importante para descubrir nuevos caminos que nos permitan minimizar nuestro impacto en nuestra casa común, el planeta Tierra. ¿Qué opinan ustedes? ¿Creen que es fácil ser un consumidor responsable?