El cierre del parque LLeras (“abrazo”, según el alcalde Quintero) ha dado mucho de qué hablar. Expertos piden analizar el tema a profundidad.
Ya ha pasado una semana del cierre de uno de los sectores más emblemáticos de El Poblado, y la alcaldía de Medellín defiende la estrategia: “El Lleras, que era un espacio muy complicado, fue abrazado el pasado martes”, dijo el alcalde Daniel Quintero. “Buscamos recuperar esta insignia de la ciudad, su dinámica empresarial y comercial”, dijo el secretario de Desarrollo Económico, Mauricio Valencia. Y según un boletín oficial publicado por la secretaría de prensa de la Alcaldía, algunos comerciantes aplauden la medida.
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Pero otros actores de la ciudad opinan lo contrario. En un conversatorio en Twitter convocado el domingo pasado por el concejal Daniel Duque, con el nombre “Encierro del Lleras: ¿solución o traslado de los problemas?”, varias voces calificadas analizaron el tema.
“De nuevo nos enfrentamos a una muestra de una perspectiva de seguridad que es restrictiva, poco creativa frente a los problemas públicos que tenemos -dijo el concejal- (…) ¿Será entonces que el alcalde va a cerrar también el parque de El Poblado? ¿Piensa que para solucionar los problemas estructurales hay que cerrar toda la ciudad? Yo creo que aquí hace falta discutir este tema con mayor profundidad, discutir los temas de seguridad, los temas de espacio público desde una perspectiva amplia e integral”.
Para el urbanista Alejandro Echeverri, asesor estratégico de Urbam, el problema es la mirada simplista: “Si no se conoce bien el problema, es muy difícil plantear soluciones. Un alcalde puede empezar a mejorar un problema estructural empezando desde el inicio de su mandato, pero esto no se puede hacer en los últimos tres meses, con una campaña electoral encima”.
En el conversatorio, el arquitecto Echeverri recordó que el deterioro del parque Lleras y de la zona de Provenza viene de tiempo atrás, y menciona tres etapas claves: la expulsión de los habitantes tradicionales (gentrificación), el cambio de la dinámica comercial por la entrada de bares y restaurantes, y, recientemente, la oleada del turismo, con la llegada de miles de nómadas digitales.
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“Entonces el cierre del parque Lleras no cambia el problema estructural, y no podemos pensar que vamos a cerrar la mitad de la ciudad de Medellín -dice Alejandro Echeverri-. (…) Estos problemas se pueden solucionar, pero necesitan liderazgo, determinación y control, y una capacidad de mantener un proceso serio sobre esos lugares. Hay ejemplos de zonas múltiples en el mundo donde hay rumba y hay restaurantes, pero conviven más cívicamente con barrios vecinos; lo que pasa es que se requiere una regulación”.
¿Qué pase quién?
Uno de los aspectos que más preocupa a los expertos es la discriminación. Así lo dijo Alejandro Echeverri: “La solución de la plaza Botero y el parque Lleras de marcar con el color de piel, por la vestimenta, si tienen o no la falda corta, por el idioma, quién entra y quién no entra a un espacio público es absolutamente aberrante. Eso puede beneficiar en el corto plazo una situación específica en el Lleras, y posiblemente a los comerciantes que están ahí, pero no es sostenible esa solución general que requiere la zona”.
En el mismo espacio, la abogada y defensora de derechos humanos Manuela Restrepo recalcó que la medida del cierre no resuelve la situación de fondo, que es la explotación sexual de niños, niñas y adolescentes: “Pensar que con unas vallas el problema se va a acabar es una utopía. Por ejemplo, con la medida del toque de queda para menores de edad en situación de explotación sexual, los niños dejaron de estar en la calle, pero el problema se trasladó a sitios cerrados. En este caso, la prostitución simplemente se mueve unas cuadras. ¿Cómo unas materas o unas vallas van a acabar con las cadenas internacionales de trata de personas?”.