Damos por sentado el amor en pareja. Pocos lo vemos como el poeta Rilke: el mayor trabajo para el que fuimos hechos. Por eso carecemos de enseñanzas profundas y mapas que nos permitan imaginar el camino en pareja en toda su potencialidad. Tamar Kron, terapeuta jungiana orientada al trabajo con parejas, nos propone una interesante perspectiva. Para ella la vida de una pareja comprende cuatro etapas específicas con objetivos, dinámicas y aprendizajes diferentes. Estas son:
Enamoramiento y elección. El enamoramiento puede verse como un encantamiento transitorio: el mal de ojo, la flecha de cupido o la “enhierbada” bien ejemplifican esta fase donde la biología y el inconsciente asumen el control. Ese otro del que nos enamoramos, no es más que una plataforma que recibe nuestras proyecciones más profundas: fantasías, vínculos, afectos, mandatos y expectativas inconscientes que formamos a través de nuestras primeras figuras amorosas en la infancia. Nos enamoramos solo de quien tiene la capacidad de enganchar nuestras heridas, aperturas y fantasías inconscientes. El enamoramiento es ilusorio e inevitablemente mentiroso: disfraza al otro detrás de nuestras proyecciones infantiles.
Amor ciego y simbiosis. Una vez enamorados, vivimos la deliciosa simbiosis que solo pueden vivir dos personas que están enamoradas de su propio reflejo. No reconocemos la diferencia, no vemos la autonomía del otro, los límites no existen, solo la fusión. Todo es identificación, unidad y armonía. Tenemos las mismas emociones, las mismas experiencias, los mismos objetivos. Aquí se vive invariablemente el mito de la media naranja. No entendemos cómo no habíamos conocido antes a la persona que estaba destinada para nosotros.
Disolución y confrontación. A toda elevación le sigue una bajada de la nube. A la ilusión le sigue la desilusión. No entendemos por qué nuestra media naranja piensa, siente y actúa distinto. Sencillamente porque está empezando a ser una persona de verdad. ¿Por qué donde reinó la armonía se instauran el disenso y la confrontación? Esta bella etapa es la puerta del amor real: la pareja se vuelve real, diferente y humana. Este es punto donde la relación infantil e inconsciente puede virar hacia la madurez y la consciencia. Muchos se confunden y creen que el amor termina aquí, justo en el lugar donde empieza.
Intimidad y diálogo. El reconocimiento y la conciencia de las crisis asumidas con amor nos permiten llegar al vínculo más profundo, donde las luchas de poder, los vicios infantiles, la avidez y las expectativas se vuelven intimidad, cercanía, consciencia, generosidad y atención. Si logramos confrontarnos con la actitud justa, lograremos vivir la belleza del amor libre. La pareja no será entonces una piedra en el zapato o un pretexto. Sera un compañero de viaje que te hará más fuerte, más libre y más sabio.
En este punto entendemos a Rilke: cuántas pieles, cuántos paradigmas cayeron, cuántas desilusiones e ilusiones se sucedieron. En verdad es el mayor trabajo. Pero llegado este punto, todo, absolutamente todo, habrá valido la pena.
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