¿Qué tan difícil es decir lo que queremos realmente?
Inténtelo, pase una noche con su familia y mírelos a los ojos y dígales lo que realmente quiere y necesite. Sin importar lo que ellos vayan a pensar de usted. Solo sáquelo, póngalo sobre la mesa y mire las reacciones de aquellos que usted ama.
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¿Difícil, no?
A veces, no decimos lo que queremos por miedo a lastimar a alguien (o a nosotros mismos); otras veces, porque, tal vez, eso haga que le dejemos de gustar a la gente, o que dejemos de “pertenecer” al grupo de personas a las que con tanto ahínco hoy hacemos parte. O para mí, es cuándo escuchamos para responder y no para oír, porque “creemos” tener la razón.
Muchas veces la única razón para formar un kilombo no es el exceso de comunicación, es la falta de esta. Porque jamás nos dijeron cómo es que tenemos que comunicarnos para hacernos entender.
Nadie nos enseña que hablar se trata de tejer una conversación entre dos partes que pueden llegar a acuerdos sobre algo y no necesariamente a que alguno de los dos tenga la razón.
Hablar es la capacidad de colocar mis sentimientos en frente de alguien más y que esos sentimientos detonan otros sentimientos en el cuerpo de alguien más.
Por eso, hablar sin un sistema, sin un proceso, sin una metodología es como caminar en un bosque sin mapa, tratando de encontrar la salida mirando al piso. ¿Inútil? Puede ser, pero no crea, hay quienes viven toda una vida mirándose al ombligo y para ellos está bien.
Es decir, hablar calma, da estructura. Steve Jobs tenía sus 1:1’s dando largas caminatas por palo alto, cuándo hable con alguien trate de ubicarse en una posición paralela a la persona, así la conversación es de igual a igual viendo exactamente lo mismo que ve el otro, es compasión y empatía. No un enfrentamiento entre dos partes.
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Hablar hace que todo sea más fácil, hace que, de un momento para otro, la peor tragedia posible (la que se crea en su cabeza) pase a un mundo de posibilidades que no te imaginaste que pudieran pasar. Hablando.
¿No me cree? Inténtelo. agarre a su novio/a o esposo/a y siéntese con el corazón el mano. Dígale con la siguiente estructura:
Me siento [de esta manera] cada vez que [haces algo así] porque [inserte que le detona por dentro], me gustaría que la próxima vez hicieras [solicitud clara].
Lo que sea que le salga, dele salida a lo que realmente es honesto, a lo real.
Acá van tres consejos para mejorar su comunicación:
Lo primero, que su cabeza va mucho más rápido que su boca, y si le da un espacio a su mente para que procese todo lo que necesita gestionar, eso hará que sus palabras salgan lo mejor posible, escriba antes de hablar, léalo y si es relevante, dígalo.
Lo segundo, que entre lo que usted piensa, lo que quiere decir, lo que cree decir, lo que termina diciendo, lo que la otra persona quiere oír, lo que oye, lo que cree entender, lo que quiere entender y lo que termina entendiendo hay nueve posibilidades de interpretar mal lo que sea que usted quiera comunicar.
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Entonces, piense que le está hablando a un japonés, tiene en frente a un sujeto que no lo entiende y su único propósito en esa conversación es hacerse entender, porque no es responsabilidad de él entenderle, es responsabilidad suya que se entienda lo que usted quiera transmitir.
Y, finalmente, ¿cuántas manzanas caben en la palabra manzana?, depende. Del ángulo, de quién esté hablando y de lo que sea que se esté conversando. Así que haga todo lo posible por hacer preguntas que le permitan abrir sus panoramas cognitivos…
Perdón, que le permitan entender al otro ser humano que tiene al frente y saber si realmente eso que usted quiere decir fue lo que él entendió.
Tráguese el sapo de decir lo que piensa y de escuchar lo que el otro quiere decir, esa es la técnica milenaria budista para la paz espiritual.