El alto vuelo de Fly So High
Entre los invitados al próximo Festival Internacional de Poesía, hay un poeta sacado de otro molde. Es Fly So High: rapero, activista y gestor cultural.
“Todo el mundo sabe que no existen unos labios de fuego, que eso no es verdad. Pero si te das cuenta esa es la única manera de explicar cuando unos labios te atrapan”, dice Fly So High, mientras da una calada al cigarrillo que sostiene entre sus delgados dedos.
Andy Palacio, llamado desde niño Fly por su amigos más cercanos, tiene un cuerpo flaco que cubre con ropa un par de tallas más grande que la suya; lleva zapatillas deportivas y una camisa con la leyenda de su grupo Mandrágora: “50 por ciento Hiphop, 50 por ciento personas”. Su piel es morena como la caoba y una hilera de dientes reluce plenamente cada vez que sonríe.
Tiene 29 años y es oriundo de Urabá, donde creció al lado del río León en un campamento maderero del Darién, donde trabajaba su padre. “Allí pasé mis primeros ocho años en una casa de madera y de cinc. Cuando mi papá se retiró me mudé a Apartadó, donde él construyó una casa de material para vivir más cómodos. Allí hice el colegio”, relata Fly.
Durante su niñez escuchó lo que sería su influencia musical, ritmos como la soca, el calipso y el reggae, entre otros, que traían “los picós” -sistemas de sonido caribeños- que llegaban ambulantes desde Cartagena hasta las costas del Urabá a animar las fiestas populares. A los 15 años arribó a Medellín, donde se encontró con la complejidad de la ciudad y, según expresa, sufrió una desilusión que lo obligó a cambiar su mirada de la vida. Por esta razón empezó a improvisar canciones en las calles y a escribir sus pensamientos en rimas. Comenzó a conocer sobre el hip hop, lo que sería su proyecto de vida musical, que plasmaría tiempo después en discos como Efimeria (2011).
“Pude darme cuenta de que nos educan para vivir en una ficción, nos forman para vivir en un mundo que es mentira, que solo es real en el papel. Nuestras creencias religiosas, las maneras como nos relacionamos con otras personas, todo eso parece ser un discurso repetido para favorecer un modelo de sujeto que le sirve a un modelo de sociedad”, expresa Fly, quien describe su poesía como música para incómodos.
“Fatalidad, vaga por estos rumbos olvidados
mundo de absurdos donde el vulgo
es feliz siendo esclavo
grillos y clavos importados
de estados inmundos
ojos abiertos deambulando en un sueño profundo” (Requiem I)
“Me dicen señor poeta y eso me hace sentir muy incomodo. Detrás de la expresión hay muchos imaginarios. Se cree que los poetas son una cosa iluminada, que están por encima del bien y del mal, que son ética y moralmente superiores al resto de la humanidad. Yo no creo en esas cosas, creo que dentro de todos en algún momento hay un poeta”, dice Fly.
Arma de construcción masiva”
“Yo estaba tranquilo en mi casa cuando recibí una llamada. Era del Festival de Poesía para invitarme. Me dijeron que ellos consideraban el rap como parte de la poesía y ante ese argumento no pude negarme”, cuenta Fly So High, quien no dejó de sorprenderse por la invitación.
Jairo Guzmán, director de la Escuela de Poesía de Medellín, de la Corporación de Arte y Poesía Prometeo, organizadores del Festival, cuenta: “El rap es una conservación de la tradición oral, como la juglaría. Es la poesía contemporánea. Se plantea como una resistencia, una contraposición. Es una rebelión muy bien canalizada con el canto, al mundo sometido al mercado. En el rap se juntan todos esos sueños de libertad”.
El rap, que significa Rhythm and Poetry (Ritmo y Poesía), es una corriente musical que surge a finales de los setenta, principalmente en las comunidades afroamericanas de Nueva York. Esta corriente, que luego se extendería por el mundo entero, fue influenciada por la palabra hablada de los Griots; músicos vagabundos, narradores de historias africanos que hacían de la tradición oral su forma de comunicación e identidad.
Pero Fly So High no es el primer rapero que es invitado al festival. El año anterior Ewok, rapero y poeta sudafricano, paralizó al público con su fuerza escénica. En la presente versión, la número 22, Fly compartirá escenario con Didier Awabi, de Senegal, y Tibass Zenga Kangú, del Congo. Con ellos hará una presentación en el Teatro Pablo Uribe, el próximo 26 de junio.
“Hay armas de destrucción masiva, de distracción masiva y de construcción masiva. Ese es el papel de nuestro arte, tenemos la capacidad de hacer que nuestras palabras resuenen en sus cabezas. Estamos construyendo sociedad y eso es lo poderoso del rap, hablamos desde la expresión más fuerte del lenguaje hablado que es la poesía”, concluye Fly So High, quien explica que su seudónimo define sus distintos álter egos. “Es volar alto. Básicamente representa mi actitud frente a la vida; elevarme, transcender, superarme”.