El agua en literatura
Manuel Mejía Vallejo en El sitio del agua escribe:
“…Tiempo atrás hubo allí un lago, donde el páramo atrapaba sombras de pájaro, de cielo, de nubes. Llegó a ser paraíso de libélulas, ranas y grillos, helechos orilleros y tórtolas de ciénaga. Hubo tortugas verdes y una brisa clara. Hubo peces de plata oscura y oro antiguo. Sombras móviles y figuras de fantasmas pasaban sobre sus aguas en noches de luna menguante…”.
Gabriel García Márquez en Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo:
Felisberto Hernández en La casa inundada:
Jorge Luis Borges en El poema del cuarto elemento:
Julio Cortazar en Peripecias del agua:
Ernest Hemingway en El gato bajo la lluvia:
El agua en pintura
La versatilidad plástica del agua, posible en todas las técnicas, la hizo vehículo de inspiración, cultura y útil de trabajo para la creación artística desde la antigüedad. Su papel ha sido importante en la aplicación de la técnica. En la pintura japonesa, por ejemplo, el lienzo mojado permite que, de los trazos con tinta china y pincel, resulte la forma que el talento del maestro domina. En La gran ola de Hokusai el agua desborda la obra. Durante el impresionismo los pintores lograron ver el agua según la luz, el color y el reflejo del momento. El río Sena no es el mismo en la mañana, al medio día o en la tarde. Las ninfeas azules de Claude Monet son ejemplo de la influencia del instante en la representación del agua. William Turner es el pintor de las tormentas, ningún otro artista interpretó los elementos como él. El agua y el tiempo son los temas centrales de su obra. Joaquín Sorolla fue el pintor del agua y el sol, sus olas azules, añil, turquesa, aguamarina, celeste, coronadas con trazos de blanco resplandeciente no se detienen nunca. Para Vincent van Gogh el agua en sus obras no era azul agua sino azul pintura y para Jerome Bosch la gente en el agua en El jardín de Las Delicias representa la lujuria y la gula. En Lluvia en La Mesa Gonzalo Ariza retrata la luz, la humedad y la relación frágil entre naturaleza y humedad en la sabana de Bogotá. Una de las pinturas más importantes de David Hockney es A bigger splash, el instante preciso en que un nadador, que no aparece en la obra, entra en el agua de la piscina y rompe la calma de los colores planos y las líneas horizontales y verticales de la composición. En un río que en lengua quechua se llama Curi Yacu, Carlos Jacanamijoy encontró la inspiración para crear su obra. El retrato que John Everett Millais hizo de Ofelia momentos después de caer al agua, coincide con la imagen que Shakespeare imaginó al describir los instantes previos a su muerte: “… Extendidos / sus ropajes en el agua, salía a flote cual sirena, / y cantaba estrofas de antiguas canciones, / inconsciente del peligro, o como hija del agua, / acostumbrada a vivir en el propio elemento…”. John William Waterhouse refleja el momento en que Narciso enamorado de su propia imagen sucumbe a su belleza en el espejo de las aguas bajo la mirada impasible de Eco.
El agua es vida, pero en las interpretaciones artísticas se vuelve conciencia. Su fuerza radica en el reflejo que estimula la imaginación que cuestiona y el reflejo de lo que vemos, quizá nuestra imagen interior.