En estos días de reactivación económica, he pensado mucho sobre el rol de cada uno de nosotros en esta nueva etapa, y no puedo evitar hacer una analogía con la manera en la que funciona la naturaleza.
Tomemos como ejemplo el clásico ecosistema que nos enseñaban en Biología del colegio. En este, las plantas toman la energía del Sol y la transforman en azúcares (es decir, en alimento); también toman nutrientes que están disponibles en el suelo. Luego, los animales herbívoros y omnívoros se comen las plantas, transformando y aprovechando la energía que éstas tienen almacenada.
A su vez, hay animales carnívoros y omnívoros (otra vez – es lo que tiene comer plantas y carne) que se alimentan de los animales que comen plantas, obteniendo energía solar doblemente transformada. Todos estos seres vivos mueren en algún momento y, la energía que tenían almacenada en sus tejidos, es aprovechada por los organismos descomponedores (hongos, bacterias, insectos, etcétera), los cuales, en este proceso, liberan nutrientes que volverán a estar disponibles para las plantas.
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Como ven, este ecosistema funciona como un círculo virtuoso de flujo de energía, en el cual, cada organismo juega un papel fundamental al interactuar con otros seres vivos, creando, así, redes de interacción.
Al mirar nuestro entorno social (llámese familia, amigos, barrio, ciudad) como un ecosistema, veremos que este también está formado por redes de interacciones entre personas que intercambian energía a través del afecto, las emociones, el conocimiento y, también, el dinero. Todas estas maneras de intercambio son esenciales para mantener el tejido que sostiene a la sociedad y, desafortunadamente, la pandemia ha alterado muchos de estos flujos.
Observando la realidad desde el lente de la economía, son evidentes las perturbaciones del fluir del dinero entre muchos de los individuos que conformamos las redes sociales (en su sentido original y real). Esto hace parte de la crisis económica que estamos viviendo, cuyas consecuencias son, desde mi punto de vista, desoladoras.
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Volviendo al inicio de esta columna y remitiéndonos al concepto de ecosistema, pienso, entonces, que muchos de los que estamos recibiendo energía en forma de dinero, tenemos la oportunidad (y responsabilidad) de que este pueda continuar fluyendo hacia otras personas del ecosistema.
¿Cómo? Comprando local, apoyando emprendimientos o empresas de amigos y conocidos, donando a causas que vayan en pro del bienestar de la sociedad. Sé que son momentos en los que sentimos miedo y angustia, pero también son tiempos en los que debemos (sí, debemos) conectarnos con nuestra esencia social y cooperativa. En la naturaleza, las especies triunfan como colectivo, no como individuos, y, nosotros, no somos la excepción.
Recordemos que la ecología trata de relaciones y la economía también. Al fin y al cabo, están íntimamente relacionadas: la primera es el “estudio” de la casa, y la segunda es la “gestión” de la casa. Bonito esto, ¿cierto?