Duermen mal y el sistema es frágil

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La Inspección de Permanencia para controlar los escándalos por rumbas en edificios, tiene un turno de 8 p.m. a 8 a.m.; el problema: El Poblado, con cerca de 43.000 viviendas, solo tiene asignado un funcionario para este rol
La historia del vecino que pasó la noche en vela por culpa de otro vecino suyo que prendió la fiesta con pocos límites de ruido y de duración y con poco sentido de comunidad, apelando al debatible “tengo derecho”, es de cada fin de semana en El Poblado y ocurre sin distingo de estratos ni de perfiles de urbanizaciones.

Contrario a lo que quisieran las víctimas, la Policía no tiene potestad para entrar al apartamento donde ocurre la anomalía, apagar la música, cerrar la fiesta y sancionar a los responsables. Todo queda restringido a un asunto de buena voluntad, en el que los agentes, si acuden para atender el caso, mandan razones desde la portería para que la rumba modere su volumen; y si lo logran, ida la autoridad, la celebración recupera todo su timbal.

Entretanto, el portero de la urbanización queda en la encrucijada: un residente que se considera su empleador le reclama que exija el fin de la fiesta; el otro residente también se siente empleador y exige que lo dejen celebrar. Junta y administrador no están disponibles.

La inspección de Permanencia, que trabaja 24/7, tiene otros alcances y puede ingresar a una vivienda, no para labores de allanamiento, como sí para “cubrir una queja”. La Permanencia, en el caso de las rumbas de este tipo, tiene un turno de 8 p.m. a 8 a.m.; el problema: El Poblado, con cerca de 43.000 viviendas, solo tiene asignado un funcionario para este rol. Uno solo.

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La otra Inspección, la que labora en días y horas hábiles, se ofrece para atender casos de escándalos, conflictos y discordias, pero en frío y mediante un proceso, es decir, podrá encontrar una solución tal vez semanas después de presentada la rumba.

Bajo este panorama, se evidencia la fragilidad del sistema para quienes reclaman su derecho a dormir, fragilidad que termina, sin proponérselo, blindando al infractor. Se imponen los hechos de fuerza y todo conduce a que en el edificio se vayan a dormir en paz cuando el que “tiene derecho” a su rumba lo decida.

El Manual de Convivencia que rige para todo Medellín, contrario a prohibir las fiestas les fija horario, hasta las 12 de la noche con moderación, y procura que el ciudadano se mueva en ambientes de autorregulación. Un buen valor para aplicar, pues con el nivel de exigencia que tienen las autoridades en esta ciudad, no corresponde tenerlas destinadas a bajarle el volumen a un equipo de sonido.

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