El músico uruguayo, punta del lanza del movimiento latinoamericano de cantautores (o cancionistas, como él prefiere decir), viene a presentar Bailar en la Cueva, su nueva placa discográfica, pensada a partir del ritmo y la reivindicación de su identidad latinoamericana.
Después de tocar el 9 y 10 de septiembre en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, se presenta el 11 de septiembre en nuestra ciudad, en el Teatro Metropolitano, antes de seguir su gira por Centro América. Vivir en El Poblado conversó con él sobre su momento musical.
Un “pasaje al movimiento”
Desde que inició su carrera en los tempranos noventa, Jorge Drexler cuenta que ha trabajado “siempre desde la cabeza, los sentimientos y el pecho”, y que “involucrar el cuerpo era un salto hacia un territorio desconocido”.
Así que después de la presentación de “n” (2013), su proyecto de canciones combinatorias para dispositivos móviles, tomó la decisión de cambiar el rumbo de su música a un campo más rítmico y corporal, con la intención de “ir cerrando pilotos automáticos”, y enriquecer su proceso artístico a través de la novedad.
El resultado fue Bailar en la Cueva, un disco basado en el eterno encuentro de la humanidad con el ritmo y la danza, y un “pasaje hacia el movimiento, el cuerpo y el acto de bailar”. Y que, más que generar la reflexión, (aunque lo hace, como efecto colateral e inevitable en Drexler), lo que busca, según el artista, “es que se produzca una reacción física; telequinesis que mueva un cuerpo a distancia”.
Del Drexler sentado, tocando sus canciones, no hay rastro (aunque siempre puede regresar). “Esa persona ya está dentro de la pista de baile. Ha salido de ser un voyeur y está ejerciendo su derecho a bailar”, dice el compositor.
Un elemento muy especial del disco son los artistas invitados. La chilena Anita Tijoux en la canción “Universos Paralelos”, los colombianos de Bomba Estéreo en “Bailar en la Cueva”, track que abre el disco y los arreglos del puertorriqueño Eduardo Cabra (de Calle 13) en la canción “Todo Cae”, consolidan la relación del artista con la música del continente.
Sin embargo, la participación más sobresaliente es la del músico brasileño Caetano Veloso, quien aporta sus voces a “Bolivia”. “No sé si hay alguna figura artística por la que sienta más respeto que por Caetano”, comenta Drexler. “Para mí es uno de los momentos más emotivos desde que empecé a grabar discos, la verdad”.
“Bolivia”, canción de Bailar en la Cueva en la que Drexler canta junto a Caetano Veloso
“Colombia tiene una relación muy sana con la música”
Para cumplir el propósito de hacer un disco pensado desde el movimiento, Jorge Drexler escapó de una “deprimente” Madrid, lastimada por la crisis económica y vino a parar a Colombia, país con el que recientemente ha estrechado sus vínculos artísticos.
La relación musical entre Colombia y su identidad fue lo que más atrajo al músico a nuestro país. “Fue realmente una epifanía”, manifiesta el compositor, quien asegura tener mucha admiración por la música colombiana.
“Colombia tiene una relación muy sana con la música. Y eso no es algo que diga de todos los países. Por ejemplo, estuve en Irlanda hace un tiempo y me pareció que tiene una relación enferma con la música. Había un hincapié tan poderoso en mantener una tradición de manera tan conservadora, que los músicos tenían un espacio enorme en la sociedad, siempre y cuando cumplieran las normas estéticas de la tradición al pie de la letra. La tradición bien entendida es como la de Colombia o de Brasil, por ejemplo. Que es una tradición viva, cambiante. No museística”.
Esta reflexión hizo que gran parte del disco fuera grabado en la ciudad de Bogotá, con la compañía del músico y productor colombiano Mario Galeano, adalid del renacimiento y reinterpretación de los ritmos tradicionales. “Él fue nuestro anfitrión y traductor de nuestras canciones al lenguaje colombiano. Tiene un conocimiento hasta erudito de la música colombiana”, afirma Drexler.
Los resultados se sienten desde la primera audición. Guiños “a lo Drexler” a la cumbia, el vallenato, la salsa, la música del Pacífico, entre otras, evidencian un exitoso encuentro entre la América Latina tropical y el estilo sofisticado, inteligente y sensible del uruguayo.
El contacto más reciente del músico con nuestro país es la colaboración en la canción “La Deuda” del cancionista antioqueño Pala, de quien Drexler afirma que “es uno de mis escritores favoritos contemporáneos del verso fijo y un impresionante sonetista. Tremendo Pala, me produce muchísima admiración”.
“Tengo derecho a la cumbia y al vallenato”
El proceso trasciende lo musical, y no es más que el reflejo de un estado personal del artista, en permanente renovación de su identidad. “A mí me gusta ver el proceso como ampliación de la realidad de una persona. Esa celebración de la danza a quien no se le ha dado espontáneamente”.
Imagen cortesía
Expresa que este disco le permitió replantear dos áreas íntimamente relacionadas. En primer lugar su identidad somática, es decir, lo referente al cuerpo. “Amplié las áreas del cuerpo que involucro en el momento de hacer canciones y tocarlas en vivo”, comenta, “para agrandar mi territorio y disolver unas ataduras de identidad rígidas”.
Y en segundo lugar su identidad geográfica, reconociéndose como latino, afrontándolo desde su arte, y lidiando con su trashumancia. “Hoy en día tengo una identidad más diluida. No tengo un arraigo profundo con ningún lado y tengo un arraigo intenso con muchos lugares. La identidad estética y nacional tiene mucho en común con la identidad sexual, en el sentido de que cuanto más la defiendes, más quiere decir que no la tienes segura”, manifiesta. Razón por la cual “me he permitido sentirme en casa en muchos lugares, y aunque he perdido en profundidad y arraigo con un lugar he ganado en perspectiva”.
“Tengo derecho a la cumbia y al vallenato. Son mi patrimonio también”, concluye.
“No vale repetir los chistes en la música”
Para Jorge Drexler el ejercicio de hacer canciones, al igual que la tradición, es dinámico y requiere de permanente movimiento. “Soy un gran enemigo de la intransigencia. Los seres humanos somos entidades flexibles”, manifiesta. Asegura también que si la vida está marcada por el cambio permanente, “¿por qué no habríamos de conducirnos de la misma manera en las disciplinas artísticas? Que en definitiva no son más que el perfume de la genética”.
También defiende las canciones en sí mismas como elementos dinámicos que, con el tiempo y los diferentes momentos, se transforman. “Son como una bola de espejos de discoteca (como la de la portada del disco). Tienen mil facetas y todas son verdaderas. Pero depende en cuál pongas el foco de luz, va a reflejar algo diferente. Entonces, si yo he visto todas mis canciones siempre desde el prisma de la emoción y las ideas, cambiar y ponerlo desde el movimiento y desde el cuerpo, me ha mostrado de mis propias canciones, zonas desconocidas”.