Los domingos, muchas personas la buscan para tomarse una foto con ella o comprobar si realmente es la creadora de este restaurante donde los sabores de la tradición local se sirven a diario. ¿Y Don Alcides?, le preguntan los más curiosos ante un rumor veloz relacionado con una posible fractura entre ella y su compañero, dueño de otro restaurante.
Para ella, Doña Rosa, esto es solo un episodio menor de los vividos y atravesados con gloria y dignidad. Con la calma de los que ya perdonaron y van por la vida sin juicios, cuenta que tenía 5 años cuando su papá soltó su mano, en un orfanato de monjas, para niñas huérfanas, en Yarumal.
Ante la separación de sus papás, ella y sus 3 hermanos fueron repartidos en casas distintas. Sin explicación. Sin promesas. No hubo visitas, cartas ni llamadas. Tampoco vacaciones de Navidad o celebraciones de cumpleaños.
Durante 10 años, se despertó con el viento helado del amanecer, a estudiar, rezar y aprender con constancia y disciplina. Vivió así, hasta que un día, a la edad de 15 y con la ayuda sutil de una compañera, se escapó del orfanato y se subió en un bus con rumbo a San Luis. Encontró a su papá, trabajando en un bar y bien acompañado: con otra mujer, con otros hijos.
Después de un par de años ahí, viajó a Medellín, a la casa de Alfonso, su hermano. Y estando ahí,
encontró trabajo en una cafetería del centro y en la que conoció a Heriberto: “Realmente fue como
uno de esos chispazos de las películas”.
El tiempo pasó y ella se convirtió en la mamá de sus cuatros hijos; la misma que aprendió a preparar las mejores empanadas de iglesia, dormía poco entre las tareas y creó junto a él aquel restaurante
de 4 mesas que nació en Las Palmas y lleva su nombre: Doña Rosa.
Con las obras de la Doble Calzada y el éxito del lugar, llegó la necesidad de mudarse y también, el final de su relación con Heriberto. “Le dije que me dejara el nombre y nos repartimos el resto”.
La vida volvió a moverse y tiempo después conoció a Alcides, un hombre interesado en los negocios, divorciado con 4 hijos, como ella, y cuyo nombre también inspiró su restaurante. Después de una sociedad comercial y varias tensiones, siguieron los sueños laborales por caminos separados.
Por estos días de diciembre en los que es difícil encontrar una mesa vacía en su restaurante, Doña Rosa sueña con otros proyectos, celebra el empleo dado a trabajadores inmigrantes, y la familia que tiene: 4 hijos, 11 nietos, 2 bisnietos. Y Don Alcides.