La última instalación demostró que la práctica del palito, en realidad denominado hito, y del maletín (ese no tiene nombre formal) ya no es solución temporal sino práctica propia de la obra pública y de la administración de la movilidad en Medellín.
Palitos y maletines para conducir ciudadanos, para organizarlos, para obligarlos, para, si se admite, generar convivencia, para corregir con elementos blandos defectos de las obras de hierro y cemento.
Estas semanas la Alcaldía instaló 144 hitos, 6 millones 480.000 pesos, en los cruces viales del entorno del parque de El Poblado. Su función, evitar el panal de abejas en que se convierten las zonas semaforizadas por acción de los motociclistas: un ir y venir de hierros que ocasiona riesgos para conductores y peatones.
Alguna vez la solución se procuró mediante señales de tránsito, las todavía visibles “No culebree entre vehículos o “Motocicletas a la derecha”, pero la respuesta fue nula. No podía ser diferente cuando la obtención de una licencia de conducción le exige poco, muy poco, al ciudadano, cuando las lecciones sobre maniobras se toman en la cuadra, cual si fueran bicicletas y no aparatos que vuelan a 80 kilómetros por hora y pesan, según el modelo, desde unos 130 kilos.
Ligerezas de normas nacionales que hacen piso en una ciudad que, solo en agosto, registró 4.256 accidentes de tránsito y 28 muertos.
La nueva solución entonces fue instalar un corralito para conducir al orden. La medida fue puesta a prueba en abril, las estadísticas le dieron fuerza y se anuncia que se extenderá.
Al montaje de los palitos se suma el uso de unos 500 maletines en todos los frentes posibles: en el Lleras peatonal y en la glorieta de La Aguacatala, tal vez los de mayor antigüedad en El Poblado; en la Superior con El Tesoro, para corregir lo que el cemento no logró; en San Lucas hacia la Intermedia, para evitar más trampas de quienes no quieren hacer la fila.
Palitos y maletines de cuestionable calidad paisajística, barreras en el espacio público, que reemplazan lo que antes se lograba, o por lo menos se intentaba, con pintura y avisos, con obras bien planificadas, con esperar una expresión cívica, racional y de convivencia del usuario.
No se pudo. La autoridad se quedó corta y el ciudadano o no se entera o elige las vías de hecho, la mal denominada viveza. Bajo esos términos, en cada nueva intervención es de esperar entonces la pregunta para el funcionario de turno: Doctor: ¿va con palito o con maletín?