Por supuesto que hay segundas oportunidades y cierto margen de acción, pero si la manga es muy ancha, no se hace nada. Por eso cuando los padres anuncian un castigo, deben estar dispuestos a cumplir lo que dicen. El famoso “no la vuelvo a dejar ver televisión” no se debe anunciar porque no se va a cumplir; será la autoridad paterna la que salga deteriorada. Y si la promesa es “si siguen peleando nos devolvemos para la casa”, pues que se cumpla. Ese día de asueto perdido vale menos que la credibilidad ganada para el futuro.
Lo mismo pasa con los castigos pasados de proporción. Si la sanción fue tan grande (un mes sin video juegos, por ejemplo), el niño quizás mande la disciplina a la porra pues sentirá que igual ya no tiene más para perder o que sea como sea, le quitarán lo poco que le queda.