Diarios de un futuro 12. Revívanme en un año

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Me levanté nostálgico, recordando ese momento donde no existían preocupaciones, donde lo único que importaba era saber qué horas eran para ir corriendo a la televisión a ver el programa favorito del momento, un capítulo que duraba 20 minutos de tiempo real pero debido a los múltiples cortes de pautas comerciales llegaba hasta los 45 minutos, una prolongación que costaba 9 de las 10 uñas de las manos a causa del suspenso acumulado entre pausa y pausa. Fueron tantas y más series así, que siempre quedaba para el otro día, o incluso para la semana próxima a la espera de resolver lo que seguía. Y yo preguntándome ahora de dónde viene mi ansiedad.

También era, digo yo, un plan de la televisión nacional para que los niños del país tuviéramos una excusa de socialización en el colegio, porque siempre después de un acontecimiento impactante en la serie, los profesores se veían a gatas, haciendo hasta lo imposible para evitar el barullo que se formaba en los tiempos valle de sus clases. Toda esa energía contenida, esa masa infantil con ganas de estallar en algarabía, esos casi 40 niños por salón (en mi época), queriendo todos hablar de lo mismo, opinar y retar la memoria por cada mínimo detalle de la famosa emisión. “Te acordás cuando Goku dijo: revivanme en un año”.

Aunque al final, de la frustración aprendí la paciencia. Sobre todo, cuando las series estaban en su punto álgido y el canal decidía comenzar de nuevo. Quizás y también era parte del plan, tener eso en compensación. Fueron grandes tiempos aquellos, siempre hay una gran verdad en que todo tiempo pasado fue mejor. Es interesante porque esa verdad les aplicó igual a mis hijos, aunque no tuvieron la misma oportunidad que yo, ellos crecieron en un mundo de televisión tipo buffet chino, All you can eat, puro consumo inmediato de contenido, con selección a la carta y continuo. La ansiedad se les notaba justo cuando debían interrumpir la maratón de capítulos por un evento de tipo social, familiar o educativo, claro está después de expresar libremente su enojo, nótese la diferencia de época. Sin embargo, hay que reconocer que en este nuevo mundo también hubo algún tipo de compensación, aunque siendo sincero no sé qué aprendieron de la frustración, cuando sus series favoritas quedaron en el olvido tras el fin de la primera o segunda temporada, donde estas no regresaron más.

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Hoy, en esa nostalgia, también recuerdo la televisión que hace tiempo dejó de existir, nos concentramos en pantallas en nuestro entorno y que proyectan a gusto lo que desee ver. Las series de entretenimiento que se me ocurren, literalmente se generan solas. Puedo combinar estilos, historias, novelas y superhéroes. Donde el límite no lo imponen los actores o los artistas gráficos, todo es creado por un productor inteligente. El primero de ellos, lo lanzó una alianza creada por el motor de imágenes Vidu AI y la agencia de animación Aura Productions, generaron una serie de 50 capítulos de Sci-Fi, donde todo el proceso creativo, de punta a punta fue el resultado de una inteligencia artificial. Que terminó evolucionando en la capacidad humana de dar rienda suelta a su imaginación, dándole vida y secuencia a las historias. Incluso llevando la posibilidad de personificar las propias historias animadas.

La ansiedad de querer siempre tener una nueva historia y no ser redundante, se suma a la frustración por no tener nuevas ideas y quedarse con la mente en blanco, son sus respectivas mutaciones en la actualidad, sobre todo en una juventud que lo tiene casi todo resuelto. Sin duda hay cosas en las que debimos guardar un resquicio de humanidad y no todo haberlo sumado al afán de “inteligentizar”.

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