Que la copita de brandy antes de acostarse mejora la tensión. Que la cerveza sirve a las madres lactantes. ¿Les suena? Con seguridad, en algún momento, hemos escuchado este tipo de consejos que sugieren la bondad del alcohol, en algunos casos, con algunas dosis, en algunos espacios.
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Buenos tragos. De esto trata la “normalización” del alcohol en nuestra cotidianidad, que tiene un efecto pernicioso en nuestros niños, niñas y adolescentes: “Esa clase de mensajes, la publicidad, las reuniones familiares, el entorno que rodea a los menores y que normaliza el consumo de estas bebidas les inculca que se espera de ellos que también tomen”.
Carolina Piñeros, directora ejecutiva de Red Papaz, lo asegura y da una alerta, basándose en información avalada por la Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de Salud, entidades que vienen advirtiendo que ninguna ingesta de alcohol es inocua, es decir, que no trae consecuencias.
“Aplica para todos, pero entre más temprano se exponga al menor de edad al alcohol, más fuerte será su impacto negativo en su desarrollo neurológico. Permitir o darle alcohol a un menor de edad es aceptar que se va a limitar, en algún grado, su potencial cognitivo. ¿Queremos eso?”, reitera enumerando daños a la salud infantil, entre directos e indirectos.
En caso de que la ingesta de alcohol se haya dado durante la gestación, conlleva para el infante riesgos de bajo peso al nacer, malformaciones y retraso cognitivo que, en el mediano y largo plazo, degeneran en bajo rendimiento escolar, problemas de salud mental y alto riesgo de adicciones y de enfermedades crónicas (siete tipos de cáncer estarían asociados).
“Los daños indirectos que estamos viendo afectan a los más pequeños y vulnerables, y tienen que ver con mayor predisposición a sufrir situaciones de maltrato, abandono, abuso sexual y siniestros viales, entre otras. También hay un aumento de la vulnerabilidad de estos niños, niñas y adolescentes cuando los recursos familiares se destinan al alcohol en lugar de alimentación, educación o recreación, por ejemplo. El consumo normalizado de alcohol, así no lo beban (que lo beben y a edades muy tempranas), tiene un efecto negativo en ellos”.
Beber es normal, parce
Según el Observatorio de Drogas de Colombia, Antioquia es el segundo departamento en prevalencia del consumo de alcohol entre adolescentes. El 39 % de nuestros estudiantes, entre 12 y 17 años, beben alcohol. Solo el 10 % de los menores en el mismo rango perciben “gran riesgo al tomar de vez en cuando”, y apenas 43 % de ellos “perciben gran riesgo al emborracharse”.