Vivimos en un mundo de pantallas. El computador, el televisor, la tableta, el celular. En este último nos fijamos más de la cuenta. Por eso, desacostumbrarse un poco es un propósito sano para este año. Sady Posada, experto en tecnología, dice que para saber el grado de dependencia es necesario hacer un diagnóstico: “contar cuánto tiempo se pasa con el celular en la mano, cuántas veces se desbloquea o cuánto dura la batería”. Hay aplicaciones como Quality Time que arrojan data y permiten saber qué tan conectados estamos en el día a día.
Tenga en cuenta, por ejemplo, que la batería debería durarle más de un día, menos es problemático, a no ser de que sea un celular viejo. Con el diagnótico en la mano, llegan las soluciones.
Desconectarse permite mirar a los ojos, conversar más, ser más consciente del mundo. “Hay quienes dicen que pueden hacer todo, aún con los ojos en la pantalla. El cerebro siempre estará concentrado en una cosa más que en otra”.
Generalmente, el uso del celular está conectado con el de los datos y de internet. Sady propone dejar los datos a un lado y desactivarlos por un rato. “Apagarlos cuando se está en el carro, cuando entra a cine, cuando está viendo una serie, cuando está paseando, cuando está comiendo”. Empezar de a poco. Retarse a estar media hora sin redes sociales. “El desafío se irá convirtiendo en hábito”.
Otra recomendación es esconder aplicaciones, “que llegar a ellas sea difícil y que no estén visibles en la pantalla de inicio”. Y, finalmente, desactivar notificaciones y silenciar grupos en WhatsApp. De a poco es posible renunciar (por un tiempo) a las pantallas.