¿Cómo pudieron enterarse, si no había aviso de se vende y, por razones de seguridad, del tema sabían pocas personas? se preguntaba este abogado, quien ofreció su inmueble por medio de una conocida de confianza. Según él, tras hacer algunas preguntas a las personas que lo llamaban concluyó que “estos intermediarios inmobiliarios estaban amangualados con los porteros”, porque sólo ellos podían enterarse de que la propiedad estaba en venta por las personas interesadas que entraban a verlo.
Pero la denuncia va más allá. Según Uribe, se han visto algunas mañas de los porteros para evitar que el negocio se selle por medio de otros intermediarios distintos a su conocidos con quienes tiene un porcentaje de comisión previo. “Los hacen perder dentro de la copropiedad o les hacen pasar una mala experiencia”, concluye.
Mónica Echavarría, una vendedora inmobiliaria con 30 años de experiencia en El Poblado, afirma que en los últimos dos años esta práctica se ha extendido. Una vez, recuerda, un portero de una urbanización del sector de El Tesoro le dijo por teléfono que “el que da la autorización de vender soy yo, y si vende me tiene que dar la mitad de comisión, porque por esta puerta no pasa nadie si yo no doy permiso” y concluye: “Vender propiedad no vale la pena porque le tiene que untar la mano a todo el mundo”.
Aunque Uribe puso en conocimiento de la situación a la Superintendencia de Vigilancia y a la empresa de seguridad de ese conjunto residencial, sigue temiendo que sus datos sean suministrados a personas inescrupulosas tras la venta de la propiedad.
Guillermo Saldarriaga, presidente del Sindicato Unido de Vigilantes de Colombia, que agremia a unas 250 personas en Medellín, aseguró que no conoce denuncias, pero que pueden ocurrir casos específicos, que de comprobarse habría lugar mínimo al llamado a descargos y hasta el despido.
Alfonso Álvarez, director de Asurbe, indica que es una práctica creada con el auspicio de algunos asesores inmobiliarios que fueron creando la costumbre a la vez que cree que “se ha creado un círculo vicioso”. Por eso recomienda a administradores, propietarios y empresas de vigilancia crear estándares de control y sensibilización para que una denominada “liga”, o propina o similares, no se convierta en exigencia.