De sentido común
Hay que estar preparados mediante una planeación adecuada
En una sesión plenaria del Concejo realizada el 11 de junio en el auditorio de San Fernando Plaza, los concejales manifestaron que la iniciativa de desarrollar un Distrito Financiero de la Milla de de Oro debe ir de la mano del Plan de Ordenamiento Territorial (POT).
Los pormenores y alcances que tendría este distrito especial financiero, en caso de ser aprobado, fueron expuestos por Corpoblado. Implicaría establecer un límite geográfico (según Corpoblado entre el Parque La Presidenta y el C.C. Santafé, pero el director de Planeación, Jorge Pérez, pidió ampliar la cobertura e incluir el Club Campestre y la Cámara de Comercio). En esta área, “las empresas y negocios pagarían una tasa adicional para lograr un propósito general y los sectores público y privado aportarían los recursos para jalonar, de esta manera, el desarrollo económico”.
Pero, como decíamos, el desarrollo de esta idea se supeditó al POT. Es decir, que esta iniciativa que pretende establecer en El Poblado un distrito financiero deberá convertirse en una estrategia de ordenamiento territorial. Como se sabe, la revisión del POT está programada para este año y gracias a ella “se podrán delimitar zonas con vocaciones especiales, teniendo en cuenta que Medellín se ha convertido en una ciudad de interés mundial”, como lo expresó el presidente de la corporación Nicolás Albeiro Echeverry.
Bien pensado, porque por más “oportuna, pertinente y estratégica” -como la calificó el director de Planeación- que sea la iniciativa de distrito especial financiero en el Poblado, si no está articulada al POT sería un proyecto sin futuro, vivo en el papel pero muerto en la práctica, y condenado a deformarse y a desdibujarse de tal forma que no solamente no sería positivo sino perjudicial. Le pasaría lo que suele suceder con tantos programas y proyectos que se impulsan con mucha efervescencia y calor pero sin planeación, que cuando -en el mejor de los casos- cumplen su objetivo de tener adeptos, compradores, o arrastrar turistas o inversiones, según el caso, no tenemos cómo asimilarlos y terminan desbordándonos pues se desarrollan al garete. Es entonces cuando empiezan los paños de agua tibia, léase operativos relámpagos, mediáticos o medidas coercitivas, que si bien cumplen alguna labor de disuasión, no son suficientes para restablecer el orden y defender el bien común.
Citemos, por poner solo un ejemplo, el caso de las motos. Se fomentó su mercado, se facilitaron los créditos, el índice de crecimiento en sus ventas sube un 15 % anual… ¿qué esperaban entonces? ¿Que se quedaran guardadas en los garajes o solo fueran utilizadas para trabajar? La respuesta está en los piques, de los que hablamos en esta edición. Bien por los operativos como el que registramos, pero el problema de fondo queda: en Medellín no hay espacios para actividades de este tipo, que hoy constituyen un boom; los piques evidencian que hay muchos fanáticos de esta actividad, así como los hay del fútbol y del bicicross, con la diferencia de que estos tienen muchos escenarios para su práctica.
Lo mismo podría decirse de tantos otros asuntos y actividades que obviamente van a tener consecuencias que es conveniente prever. Está claro, por ejemplo, que la rebaja en las tasas de interés para adquirir vivienda va a disparar aún más la construcción, por tanto, hay que estar preparados mediante una planeación adecuada. Solo basta un poco de sentido común.