De rituales y tradiciones
Navidad es tiempo de pedir milagros sin olvidar lo que siempre nos han recordado nuestros ancestros : ¡A Dios rogando y con el mazo dando!
Los mitos, las leyendas, los cuentos, las tradiciones y los rituales enraízan al ser humano en su tierra, son el alimento que le soporta y le permite elevarse hacia los cielos. Varía su expresión en cada cultura de acuerdo con las condiciones del lugar, aunque en la base todos tienen los mismos principios, la misma raíz: la relación del ser humano con la tierra y con los dioses, con el origen y con el universo.
Elena María Molina, experta en astrología y estudio del Tarot
Desde el 21 de junio, el día más largo de año, el sol empieza a declinar, las horas de sol se van reduciendo hasta llegar al 21 de diciembre, el día más corto y la noche más extensa del año. Ese día en medio de la oscuridad nacen y se celebran dioses y personajes que traen claridad y goce a nuestras vidas. Para nosotros se acerca la llegada el niño Jesús y se reactiva la energía del primer día de la creación, el “Hágase la luz”, para separarla de las tinieblas. La Navidad permite despejar oscuridades en cada corazón, hacerlo es entrar en concordancia y armonía con toda la creación.
Navidad es tiempo de alegría, de expresiones colectivas, de cantos, rezos y danzas que invocan pactos de amor, de prosperidad, de paz: La Noche de las Velitas, la Novena, el árbol, los aguinaldos, la Nochebuena, están en nuestra tradición para manifestarla.
Desde el siete de diciembre con la celebración de María, encendemos las velitas y declaramos la alegría, la esperanza en la llegada de la luz. Es una costumbre arcaica, de muchas culturas y realizada en las ceremonias sagradas. El fuego aviva la pasión y el amor; es vida, ira, venganza, brilla, aclara, calienta, ilumina, enceguece, quema, es malvado y generoso. Un elemento que en el corazón y las manos del hombre infunde respeto.
Del árbol de Navidad existen múltiples narraciones, su origen celta: el hombre se reúne con el árbol para entrar en comunión con Dios. Su origen germano: un árbol sostenía al mundo y las ramas el firmamento. En oriente hace referencia al encuentro del hombre con lo celeste.
La costumbre de adornar el árbol proviene del mito del Génesis en el paraíso terrenal, el árbol del conocimiento. Martín Lutero y San Bonifacio lo instauraron en la cultura cristiana con manzanas y formas amarillas como adornos, que recordaran el árbol del bien y del mal, además de los dones que se reciben del niño Jesús. El hombre como el árbol, evoluciona desde la semilla a través de procesos intensos en la tierra, se eleva hacia los cielos, da frutos y una vez maduro cae, mientras se renueva en sus orígenes a través del tiempo. El hombre como el árbol sabe que sus raíces, siempre están bajo la tierra y que es ahí donde se nutre y como dice el poeta Francisco Luis Bernárdez “porque después de todo he comprobado, que lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado”.
El nacimiento en el pesebre es el centro de la Navidad. Representa el nacimiento de la humanidad, del sol que la ilumina. Nace en una cueva, en un establo, en la noche de tinieblas, en Belén, la casa del pan. María da a luz bajo la mirada inquietante y silenciosa de José, y en compañía de un asno, símbolo de la escucha y la obediencia, y un buey, símbolo de la fuerza.
Nueve días antes, presagio de los nueve meses, se inicia el rezo de la novena para pedir una gracia, para apaciguar a los dioses, para facilitar la nueva vida. Es el ritual alrededor del cual los cristianos establecemos un llamado, un reconocimiento y pedimos. Esta escrito “todo lo que quieras pedir pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Lo que genera o no en cada uno, es cuestión íntima de fe y entendimiento.
La Navidad es tan especial y milagrosa que nueve meses más tarde celebramos el mes del amor y la amistad y constatamos el efecto amoroso de estas fechas. Observe a su alrededor y constate cuantas personas nacen entre septiembre y octubre.
El hacer y la fe van de la mano, eso está inscrito en nuestra cultura, en las raíces de las que siempre nos nutrimos. Navidad es tiempo de pedir milagros sin olvidar lo que siempre nos han recordado nuestros ancestros: ¡A Dios rogando y con el mazo dando!