Así define la adicción a los analgésicos el médico toxicólogo Hugo Gallego. Un nuevo informe periodístico de la campaña ¡Estás vivo, vive!
Rodrigo* tiene 24 años y es adicto a los analgésicos. Este consumo lo llevó a interrumpir en enero de este año el décimo semestre de su carrera, para ingresar a varios tratamientos de desintoxicación, el último de los cuales no ha concluido. “Pasé de ser ser un estudiante que había recibido tres matrículas de honor a no rendir, a no ser capaz de concentrarme”.
La curiosidad mató al gato
“Soy adicto a los opiodes, principalmente analgésicos”, cuenta ahora, cuando lleva tres meses en un centro de recuperación de adictos y confía en retomar su carrera el próximo semestre. “Como estudiante de Medicina me obsesioné bastante con el estudio de analgésicos y de drogas psiquiátricas”. Dicen que la curiosidad mató al gato, y algo similar le pasó a Rodrigo. “Me dio mucha tentación de probarlas. Usé como excusa unas migrañas, empecé tomando dentro de las prescripciones terapéuticas y en muy pocas semanas estaba tomando 25 pastillas en un día. Recurría a ellas por la codeína (alcaloide que se extrae del opio y se usa como calmante), supuestamente para controlar el dolor crónico de cabeza. Tomaba winadine, tramadol y fármacos que contuvieran hidrocodona”.
“Cuando me tomé la primera pastilla de winadine quedé preocupado porque me dio piquiña, como la heroína, y su efecto era muy similar. Como luego no me hacía efecto, empecé a tomar tres winadine cada seis horas y a los cinco días ya no me hacían nada. Entonces busqué algo más fuerte: hicrocodona (analgésico derivado de la codeína que se encuentra en cápsulas o jarabe y cuyo abuso produce dependencia. Dejarla de tomar abruptamente genera un severo síndrome de abstinencia), que venía combinado con acetaminofén o ibuprofeno. A los pocos días tampoco me hacía efecto y siempre quería más, hasta tomarme seis cada tres horas. Si dejaba de tomar me enfermaba. Aparte de eso abusaba del Zolpidem; me llegué a tomar ocho pastillas al día y me quedaba alucinando tres o cuatro días. A esto le mezclé cocaína, alcohol y marihuana y en menos de un mes había perdido el sentido de todo”.
“Tenía que consumir para no sentirme mal, el síndrome de abstinencia me daba de muerte, yo sabía lo que seguía y busqué a un toxicólogo. Me pusieron un régimen con metadona para suprimir los opiodes, para que no me diera el síndrome de abstinencia. Pero recaí. Empecé a abusar de la metadona y también tomaba jarabes para la tos con codeína o detromextorfano”.
Valga aclarar que estos medicamentos se consiguen sin fórmula médica, en cualquier farmacia, aunque en sus cajas se indique lo contrario.
Tras varios intentos vanos de recuperación, Rodrigo se encuentra desde finales de marzo en un proceso de desintoxicación dentro de una institución especializada. “Me siento muy contento”, dice, y advierte: “Es importante entender que estos medicamentos son importantes para el dolor, pero si se tienen tendencias a la adicción se debe evitar tomarlos y mucho menos automedicados”.
Rodrigo sabe que debido a sus antecedentes como poliadicto era una presa fácil para una nueva adicción. “Yo paré a tiempo, me pude recuperar bien, pero la puerta de salida mía fueron los analgésicos. Yo pensaba que estaba aliviado pero prácticamente volví a empezar”. Se refiere a su vieja historia como consumidor. “Desde los 11 años consumía cigarrillo y a los 13 empecé a fumar marihuana y a tomar al alcohol. A los 14 me pillaron en la casa con marihuana y borracho. Mi papá me llevó a una charla preventiva para no consumir otras drogas pero no solo seguí con el consumo que tenía sino que agregué cocaína, sacol y ruedas como rivotril. Entre los 16 y los 18 el consumo principal fue de heroína, inyectada e inhalada. Empecé a robar en mi casa para poder comprar droga hasta que me echaron. Les dije a mis padres que era adicto, que ya no sentía placer y me internaron en un centro de rehabilitación 20 días, pero al mes de salir, recaí. Recuerdo que ese día tuve una sobredosis, me inyecté heroína y tomé pepas y no despertaba, casi me muero. Me llevaron a la clínica y luego seguí consumiendo como si no me importara morirme”, recuerda Rodrigo, quien entonces tenía 18 años y una inmensa sensación de soledad.
Finalmente, tras varios intentos de desintoxicación, “quedé limpio, dejé hasta de fumar”. Cambió de carrera y empezó a estudiar Medicina. Todo iba sobre ruedas hasta hace seis meses. Ahora lucha por salir de nuevo adelante.
* Nombre cambiado por solicitud del entrevistado.
Analgésicos: bajo la lupa
Para el médico toxicólogo Hugo Gallego las conductas adictivas se están expresando hoy a través de la compulsión. “Se trata del deseo irresistible del uso o abuso de tecnologías o también de sustancias psicoactivas lícitas o ilícitas o medicamentos. Dentro de estos últimos se destaca un grupo que viene emergiendo con un aumento desmesurado de su consumo y con el consiguiente riesgo de adicción: los analgésicos del grupo de los opoides”.
Los opoides son los analgésicos derivados naturales de la amapola (morfina, papaverina, codeína) o semisintéticos o sintéticos, es decir, los producidos en los laboratorios, con efectos similares a los naturales. “Es preciso aclarar que estos analgésicos son muy útiles en algunos casos, pero por cortos períodos y con la supervisión médica adecuada”.
Opoides de uso común
Dentro de los analgésicos que se usan corrientemente y que pueden causar adicción se encuentran la morfina, meperidina, fentanylo, metadona, buprenorfina, hidromorfona, tramadol, codeína, oxicodona, hidrocodona, propoxifeno. “Si a usted o a algún familiar le prescriben un medicamento analgésico que dentro de sus componentes tiene alguno de esto compuestos pregúntele a su médico por cuánto tiempo lo debe usar y qué precauciones debe tener, pero si es usted quien se lo autoformula o un familiar, vecino o amigo se lo recomienda, piénselo bien y mejor pida asesoría a un profesional médico”, previene el toxicólogo Hugo Gallego. “Lo advertimos porque son muy buenos analgésicos y producen una euforia inicial que rápidamente se pierde, dando paso a la necesidad del medicamento y al consumo repetido, ya no quitando el dolor sino creando una angustia y ansiedad permanentes que desembocan en adicciones muy severas”.
Panorama mundial
Según estudios médicos mundiales citados por Gallego, en los últimos años el consumo de los analgésicos se ha vuelto un gran problema en Europa y Norteamérica, al punto de que se considera una epidemia. En Estados Unidos se reportaron 14.800 muertes por sobredosis de opiáceos en el año 2008. “En Colombia no existen estadísticas pero en nuestra práctica médica cada vez de manera más frecuente atendemos a personas consultadoras repetidas en los servicios de urgencias para aplicarles analgésicos, o sobredosis y muertes por el uso de los mismos”, dice el galeno.
Consecuencias del abuso de analgésicos opoides
Físicas: Pérdida de peso, alteraciones de la memoria, de la concentración, mala presentación personal, daños en hígado o riñones (cuando vienen mezclado con otros analgésicos), alteraciones de la coagulación de la sangre.
Mentales: Adicción, depresión, trastornos del ánimo, ansiedad, compulsión, aumento de dolores existentes o aparición de dolores sin explicación alguna. Las consecuencias físicas en general son reversibles si se diagnostican a tiempo y se detiene el consumo de analgésicos. Si el consumo es avanzado, el deterioro en riñones, hígado o cerebro puede ser irreversible.