Después de un proceso que duró dos años y tuvo varios candidatos, la Orquesta Filarmónica de Medellín, Filarmed, escogió a David Greilsammer como su nuevo director para los próximos 4 años, a partir de agosto. Conversamos con él
Nació en una ciudad que contiene al mundo entero. En ella viven personas que nacieron o tuvieron padres provenientes de más de cien países. En sus barrios y si dejas las ventanas abiertas, es posible escuchar el sonido de un piano o un violín, por las tardes. En las calles estrechas de su mercado Majané Yehuda, se mezclan los idiomas, las canciones de flamenco con otras en árabe o en hebreo.
Todo esto sucede ahí, en Jerusalén, esa ciudad de Israel que alguna vez fue considerada el centro del mundo y que guarda dentro de ella la historia de las religiones monoteístas. En ella nació David Greilsammer. Después de caminar por sus calles y edificios de piedra blanca y decidir que la música sería su destino, comenzó una carrera que lo llevó a ser pianista y director de orquestas reconocidas en el mundo. Desde el año 2013, es el director musical y artístico de la Camerata de Ginebra, considerada una de las orquestas más innovadoras del mundo. En el 2020 lanzó el álbum “Labyrinth” que fue recibido con entusiasmo por la crítica especializada y por medios internacionales como “The New York Times”.
¿Por qué venir a Medellín?
La primera vez que vine, hace 4 años, me pareció una ciudad maravillosa; sentí buena energía en el ambiente, y me pareció que la gente está llena de entusiasmo. También me parece que tiene una historia muy bonita: cómo pasó de ser una ciudad muy violenta a una que pudo transformarse. Hay algo que también me gusta mucho: se escucha música por los lugares donde caminas, en la calle; oyes salsa o reggaeton. Realmente es posible sentir en ella la pasión por la música.
¿Cómo ve a Filarmed?
Creo que es una orquesta muy bonita y esto se debe a varios factores: es una familia unida. Además es profesional, aprecia a sus músicos, cree en los más jóvenes y tiene gente dispuesta a hacer muchas cosas.
¿Qué espera lograr en Medellín?
Uno de mis propósitos es lograr que la música clásica interese más a la gente. Muchas personas, en lugares distintos del mundo, la ven como algo elitista o tienen cierto temor hacia ella. Quiero que la música clásica sea más cercana a todos y lograr transformaciones a través de ella.
A propósito de transformaciones, ¿qué crees que es posible lograr a través de la música?
Primero, creo que la música es el único lenguaje que es totalmente universal. Puedes cerrar los ojos y aún así, entenderla, sentirla. Segundo, creo que tiene un papel importante para ayudar a resolver problemas actuales como la guerra, el deterioro de la naturaleza, las crisis, el racismo o las consecuencias de la pandemia. Podemos usar la música clásica como un poder. Aunque suene a lugar común decir que necesitamos más arte y menos guerra, es así; la música y el arte pueden ayudarnos a que los lugares sean más pacíficos y mejores. Debido a la pandemia tuvimos dos años en los que no tuvimos acceso a los conciertos, a ese contacto directo con las orquestas; ahora es el momento de aprovechar que podemos estar ahí, de nuevo, y usar su música, ese poder.
Usted creció en un país con Israel que tiene una realidad variada y al mismo tiempo compleja. ¿Cree que esto influye en su visión sobre Medellín? ¿Se parecen ambos lugares?
Israel ha tenido, a través de su historia, problemas políticos complejos. Y cuando eso pasa, hace parte de quién eres. En un país donde hay violencia, tienes que usar todo lo que tienes a la mano para ir más allá de esos problemas: familia, amigos, aprendizajes, vecinos, energía positiva. Medellín también ha tenido problemas relacionados con un conflicto y yo conozco el tipo de dolor que eso provoca en alguien porque en Israel hemos tenido problemas similares. En ambos lugares tenemos que resolver una pregunta: ¿cómo hacemos paz con nuestros enemigos, con los otros? El desafío está en encontrar la forma de ser mejores como personas y en entender bien a los otros. También, en Israel y en Medellín siento un gran amor por la música. Por eso siento que somos cercanos en muchos aspectos.
Usted es actualmente el director de la Camerata de Ginebra, cuéntenos un poco en qué consiste su trabajo
Dirijo una camerata compuesta por 40 músicos. Ahora trabajo en un proyecto donde la música se mezcla con otras disciplinas: arte, poesía, acrobacia. Es una oportunidad continua para aprender y estar abierto a otras ideas; es otra forma de tener conversaciones nuevas y diversas.
En el 2020, usted lanzó “Labyrinth”, un álbum que según entiendo, estuvo inspirado en un sueño recurrente. ¿Esto tiene que ver con alguna creencia, en particular?
En general, podría decir que creo que en una especie de karma positivo, en la buena energía o resultado que puede haber en un lugar o situación. En el caso de “Labyrinth”, la inspiración la tuve a través de un sueño que tuve varias noches, cuando era adolescente. Creo que estaba relacionado con un sentimiento de búsqueda. Al final, creo que es eso, es un sentimiento que es inspirador y nunca puedes detener; está relacionado con continuar esa búsqueda de ideas y aventuras.