David Rodríguez salió de casa a los 16 años, ha bailado en Brasil y EE.UU. y tras superar todo tipo de retos hoy integra el ballet de Hamburgo, en Alemania. Sueña con ser solista.
Por: Sebastián Aguirre Eastman / [email protected]
Cuando el frío arrecia en Europa, en las temporadas de fin de año, no hay nada que le genere más nostalgia a David Rodríguez que recordar sus épocas en el Ballet Metropolitano de Medellín y el Folclórico de Antioquia, cuando bailaba música folclórica, mapalé, ritmos afro.
Eso y los momentos en familia en su barrio, Los Mangos, en la ladera oriental de la ciudad, con sus papás Olga y Juan y sus cinco hermanos.
Unas por otras. Hoy David se ha consolidado como bailarín clásico en el Hamburg Ballett, con el que recorre el mundo haciendo lo que más felicidad le da en la vida. Va y viene entre Japón, Italia, Rusia, Estados Unidos.
Salió de casa a los 16 años rumbo a Brasil, gracias a una beca que obtuvo cuando hacía parte del Ballet Metropolitano. Allí estuvo primero dos semanas en un curso de verano y después volvería para quedarse seis meses. Incluso interrumpió su etapa escolar.
Volvió a Colombia. Era diciembre de 2012 y al mes otro destino lo esperaba: Miami. Allí comenzó su despegue profesional en la danza y prosiguió su etapa escolar. Fueron tres años en los que tomó clases de ballet contemporáneo y perfeccionó movimientos en el Miami City Ballet School.
Pero debía comenzar a buscar trabajo. Gracias a una maestra española, quien le recomendó que explorara alternativas en Europa, logró una audición en los Países Bajos, donde permaneció dos semanas, sin obtener éxito en su misión.
Aguantó en Europa algunos días más, que le alcanzaron para hacer otra audición, esta vez en el Hamburg Ballett, donde requerían un suplente.
David presentó la prueba, pero debió volver a Miami a terminar su año escolar. Restando un día para terminar esa etapa recibió la llamada esperada: desde Hamburgo lo citaron para audicionar.
A Europa volvió para firmar su contrato de aprendiz. Era mayo de 2016 y desde entonces, dice, ha cumplido sus sueños con disciplina y esfuerzo.
En la actualidad, David integra el cuerpo de baile y su meta a futuro es ser solista y principal. No se gasta afán, pues cree que todo llega en su debido momento. Es consciente de que la vida del bailarín cambia en cualquier instante y por eso disfruta el día a día, de las cosas buenas y las malas, del frío y la nieve, de la frialdad también de la gente, de los choques culturales, pero también de las experiencias que le deja el baile por cada rincón que va conociendo.