Cupido internacional

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  Entrar al club del amor
En un segundo piso al que se llega atravesando una reja de hierro y subiendo una escalera sucia cuyos tablones traquean, hay tres mujeres detrás de sus tres respectivos escritorios. Ninguna de ellas invita a entrar ni ofrece el tradicional “a la orden”. Junto a ellas en una pequeña sala de muebles rústicos, un trío de hombres pasa las hojas de un catálogo en el que no se alcanza a ver el producto. Es octubre así que las paredes están llenas de arañas y pequeñas brujas anaranjadas de papel. Finalmente una de las 3 mujeres, escotada, con facciones pulidas, cuerpo de gimnasio diario y pelo oscuro invita a entrar. Ella ya pasó por el proceso de la agencia y hoy con un hombre americano de novio o posible marido, le ayuda a otras mujeres interesadas en entrar. En una silla plástica, antes de contar de qué se trata la agencia, la pelinegra quiere saber varias cosas: “¿Qué estás buscando? ¿Cómo te enteraste de la agencia? ¿Sabes que esto es para relaciones serias y probablemente matrimonio?” Después ella responde las dudas de la aspirante con monosílabos y frases cortantes. ¿Se puede mirar los hombres que hay? “No.” ¿Cómo arreglan una pareja? “Los hombres extranjeros deciden a quién quieren llamar o visitar.” ¿Cómo son esos hombres? “Excelentes, serios y con dinero.” ¿Cuánto cuesta? “Nada.” ¿Quién paga entonces por el servicio de la agencia? “Los hombres”. ¿A qué están comprometidas las mujeres? “A nada que no quieran.” ¿Qué hay que hacer? “Llenar un formulario y tomarse tres fotos para la página web y el catálogo: una de cara y dos de cuerpo”.
Fácil, pero hay unas advertencias. No se admiten mujeres mayores de 50 ni con más de 4 hijos. Además no garantizan pareja; hombres interesados y te llaman, hombres desinteresados y no existes. La única oportunidad justa para todas las inscritas son los viajes que hacen los hombres cada dos o tres meses a Medellín donde pueden conocer a todas las mujeres de la agencia en una fiesta.

El proceso de selección
Las fotos van por cuenta de la interesada. “Por favor nada de plumas ni sombreros que le resten categoría a la agencia”. La mayoría de las mujeres se aseguran de poner la mejor cara, hundir la barriga, una pose sexi, ropa bien pegada y que realce atributos naturales o postizos y siempre, siempre una sonrisa coqueta. Días más tarde, al entregar las fotos, la primera mujer de pelo oscuro y escote ya no está. Parece que las fotos no están muy buenas por la falta de sonrisa. Hay que esperar a que las envíen con el formulario a Estados Unidos a la oficina principal, para que un panel de hombres decida si usted es digna de pertenecer a la agencia o no y ya le avisarán para los eventos que se hagan. ¿Cuánto se demoran en decidir? Puede ser dos semanas o tres meses. ¿Cuáles son los criterios para aceptar o rechazar una aspirante a matrimonio de ensueño? No hay respuesta.
Además de todos los datos personales posibles, el formulario pide una descripción personal como si alguna mujer fuera a ser detallada y exhaustiva en esas tres cortas líneas. Pregunta por los hobbies, el número de hijos, el nivel de estudios, si fuma y toma licor, qué idiomas habla, qué música y comida prefiere. Hasta ahí va muy bien, luego vienen las medidas. Cuánto de busto, cintura y cadera, estatura, color de ojos, pelo y piel. Por supuesto, el peso en kilos también va en la introducción de la subasta ganadera.

Inglés con barreras
Hay que vivirlo para saber si se consigue pareja o no. Habrá historias exitosas y otras decepcionantes, pero el día de entrega de fotos, en la agencia hay una de las parejas resultado de una fiesta de encuentro. Un hombre blanco de ojos oscuros, 1.70 de estatura, flaco, vestido de jeans y camisa colorida playera, de pelo castaño y abundante, acompaña a una mujer que parece ser la novia. El gringo habla tranquilamente por teléfono en su idioma natal seguro de que nadie puede entenderle la conversación. Levanta los pies en la mesa como si fuera su casa y con un acento neoyorquino fuerte, cual protagonista de película de mafia anglo italiana, le ruega a lo que parece ser un amigo al otro lado de la extensión, que venga a visitarlo. Le dice que la economía aquí está buena, los negocios van bien sobre todo en propiedad raíz y para rematar sus argumentos le dice que la gente está comprando propiedades y duplicando su dinero en cuestión de meses. La novia, morena de pelo largo, negro y crespo, exhibe los implantes de silicona con una blusa blanca desabotonada y amarrada a la altura de las costillas. El jean ya podrá imaginárselo. Mide casi 1.60 de estatura pero con los tacones alcanza perfectamente a su media orange. Ella también habla por teléfono pero en español: “Es que él me quiere comprar un carro grande para que podamos transportarnos bastantes”. Cuando cuelga le pide ayuda a una de las mujeres de la agencia para llevar la conversación con su príncipe neoyorquino y explicarle que el canje automotriz le dejará una ganancia de 8 millones de pesos. Él, fresco, no dice nada. En el resto del trámite de papeles, formulario y fotos, se pierde la conversación de la pareja colombo-americana pero al terminar la inscripción se oye a la morena decir una y otra vez la frase “féstival jony, féstival”. Es puente festivo y ella se quiere ir de paseo.

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A la espera de lo inesperado
Una mujer de la agencia promete llamar cuando la aspirante sea aceptada para que vea las fotos en la página web y para avisarle sobre los eventos donde podrá conocer los 8 ó 9 hombres que lleguen a Medellín. Dos semanas después, a principios de noviembre, suena el teléfono con la primera invitación.

Dentro de 15 días le contaremos cómo resultan los encuentros cuando las mujeres inscritas en la agencia conocen a un grupo de californianos en Medellín.

 
 
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