Al cierre de esta edición, el profesor universitario y consultor de empresas, Julián Vásquez, se alistaba para asistir a una audiencia virtual, citada por la Fiscalía. Al preguntarle
sobre la razón, no lo tenía claro porque “en la citación no se indicó el motivo”; sí tenía
algunas sospechas.
Y es que hace algunos años, este docente en Filosofía y consultor de empresas decidió hacer una denuncia sobre “fondos fijos, falsedad ideológica en documento público y nepotismo”, que involucraron a Diana Osorio, antigua “gestora social de Medellín” y esposa de Daniel Quintero, ex alcalde de esta ciudad.
DECIR LA VERDAD, BUSCAR SOLUCIONES,
UNIRSE CON OTRAS PERSONAS Y APLICAR LAS
ENSEÑANZAS DEL PASADO PUEDEN SER UN REGALO DE LA GENTE A MEDELLÍN,
AHORA QUE SE ALISTA PARA CUMPLIR 350 AÑOS.
En el pasado, también hizo unas denuncias relacionadas con Santiago Bedoya, secretario de la juventud durante la administración de Daniel Quintero. Aunque circularon versiones que hablaban de haberse retractado, el profesor aclara: “aunque ellos (los involucrados) dicen que me retracté, eso nunca pasó”, explica.
Cuando se le pregunta cuál fue su interés para hacer esto, dice: “las denuncias son deber ciudadano. Y pertenecen a la deliberación pública”. Y cuenta que, inspirado en eso, reunió información para respaldar sus argumentos, buscó datos, habló con personas conocedoras y encontró evidencias que le permitieron hablar y manifestar su preocupación.
Más allá de lo que suceda en esta audiencia y de las conclusiones de este proceso, en
particular, aquí hay un ejemplo de lo que puede sucederle a una persona cuando decide
hablar sobre un tema que compromete a responsables de tomar decisiones, de liderar
asuntos públicos, de cuidar los recursos que pertenecen a todos.
Si alguien decide hablar sobre personas que tienen poder y conocidos en las llamadas altas esferas de un Estado, la historia puede tener otras aristas: que nunca se resuelva el problema, que pierda su trabajo, que deba cambiarse de casa o que dé la bienvenida a sentimientos tan complejos y
oscuros como el miedo o la paranoia.
En ciudades como Medellín, un lugar donde las palabras abundantes pueden servir para disfrazar, enredar o desviar conversaciones, al mejor estilo de los antiguos culebreros, hablar de forma directa cuando sea necesario, llamar las cosas por su nombre, revisar lo que no funciona
para buscar caminos y responder a lo que se pregunta, no deberían ser motivo de malestar
entre la gente.
Si todos podemos ser honestos, hablar con la verdad y escuchar con calma la honestidad
de los otros, en esta ciudad llamada Medellín habrá más oportunidades, menos delitos,
menos discursos y más acciones que se sostengan por sí mismas. Sin importar cuál sea el
nombre del mandatario o el líder. De esto también se trata el cuidado.