Tomémonos el cuidado ambiental de una manera personal y veamos en cada acción, la oportunidad de aportar y de contar lo que hacemos y las formas en las que podríamos ayudar aún más.
En esta, la séptima y última columna de las 7R’s del consumidor responsable, les he venido a hablar de Reflexionar, aspecto que considero es el más importante para ser un consumidor (y desechador) responsable.
Dejé esta R para el final porque considero que es la base que cimienta la aplicación de todas las prácticas de consumo y desecho responsables y porque, además, es también la base para un estilo de vida reflexivo con nuestro entorno, nuestra casa común, la naturaleza.
El domingo 3 de marzo celebramos el Día Mundial de la Naturaleza y deseo hacer una reflexión relacionada con esta fecha: nosotros somos y seremos parte de esa naturaleza que vemos día a día por nuestra ventana, porque nosotros mismos, los humanos, somos naturaleza.
Es probablemente una afirmación difícil de aceptar, porque hoy en día nos sentimos alejados de la naturaleza, por los entornos urbanos que nos circundan, en los cuales esta aparece cada vez menos y es inclusive imitada con elementos fabricados en plástico, cartón u otros materiales de lenta capacidad para ser biodegradados.
Esta distancia en cierta forma nos quita de encima la responsabilidad del impacto de nuestros actos; mientras más alejados nos sintamos y menos la veamos, en menor medida vamos a sentir que nuestros actos tienen influencia o impacto en su devenir, su pérdida de especies, de biodiversidad, el aumento en la temperatura planetaria, que trae catastróficas consecuencias, entre otras.
En cambio, si nos sentimos parte de la naturaleza, sentimos que esta nos cobija, que está cerca de nosotros y presente en las ciudades, en los árboles y las montañas que vemos por nuestra ventana, probablemente vamos a ser más reflexivos en nuestro estilo de vida, con nuestros actos de consumo, de desecho, con las decisiones que tomamos para elegir nuestro medio de transporte, entre otros aspectos.
Si sentimos cercana la naturaleza, la reflexión del impacto de nuestros actos será una constante en el día a día.
Del “me da pereza” al “otro lo hará”
Muchas veces evitamos desarrollar prácticas de cuidado ambiental por varias razones: desconocimiento, percibir la tarea como algo complejo, pereza, necesidad de tomar decisiones de manera ágil, entre otras razones. Muchas veces tampoco lo hacemos porque creemos que el otro lo hará, entonces mi aporte no será tan necesario.
En este sentido, considero que en la ejecución de prácticas de cuidado ambiental opera un concepto desarrollado por los psicólogos sociales Darley y Latane: difusión de la responsabilidad. Este concepto aplica también a las situaciones en las cuales podríamos ayudarle a alguien a quien le están vulnerando su humanidad, pero no lo hacemos porque pensamos que alguien más lo hará. Lo mismo ocurre con el cuidado ambiental.
Mi invitación es que seamos reflexivos con nuestras prácticas, nos tomemos el cuidado ambiental de una manera personal y veamos en cada acción, la oportunidad de aportar y de contarles a las personas cercanas (y lejanas) lo que hacemos y las formas en las que podríamos ayudar aún más.
Ahora, si usted que se encuentra leyendo esta columna y siente que la naturaleza está lejos de usted, de su casa, de su barrio y de su entorno, puede acercarse a ella de varias maneras: valorando cada uno de los árboles, plantas, flores y animales que observa de camino a su trabajo; visitando de manera más frecuente entornos que considere naturales, los cuales tenemos a unas cuantas horas de camino en carro o en nuestra ciudad; sembrando plantas en su hogar y oficina, cuidándolas y valorando cada una de las hojas, flores y frutos que nacen; apreciando sus alimentos naturales y viendo en ellos la inmensa capacidad que tiene la naturaleza de regenerarse y de proporcionarnos vida.
Los invito a todos, con esta columna que cierra esta cadena de prácticas de consumo responsable, a reflexionar y a poner, cada vez más, los pies en la tierra.