Cuando la excepción es la regla
Por eso no sorprende, aunque sí decepciona, que ahora otra obra de mucha importancia para la comunidad no se entregue en el plazo estipulado
Para la administración municipal (ninguna en particular y todas en general), se ha vuelto norma la mala costumbre de prometer obras o acciones para fechas determinadas y no cumplir los plazos. El libreto parece repetirse en la mayoría de las obras públicas que se han adelantado en El Poblado en los últimos años, para mencionar solamente lo que sucede en la comuna 14.
El hábito empieza a tornarse en peste. Pasó con la construcción del intercambio vial de Los Balsos, con los decretos para realizar con recursos de valorización los proyectos viales de El Poblado, con las fechas de inicio de las obras por este sistema, y sucedió con la fecha de entrega del puente de la calle 4 Sur, sólo por citar algunos casos. Los ejemplos similares son muchos más. No estamos hablando de unos pocos días de atraso, sino de meses y hasta años de desfase en los cronogramas. La situación no sería tan grave si estas demoras no generaran un efecto dominó que, entre otras consecuencias, termina incrementando de manera exponencial el costo de muchos de los proyectos.
Por eso no sorprende, aunque sí decepciona, que ahora otra obra de mucha importancia para la comunidad no se entregue en el plazo estipulado: el muy esperado Parque Ambiental La Frontera. Aunque un atraso como este ya no es noticia, sí debería serlo el que no nos parezca raro. En un principio, se dijo que el parque estaría terminado a mediados de 2011. Luego se anunció su culminación para finales de diciembre pasado. Entonces, se pospuso para enero de este año. Enero es historia y seguimos sin parque. El último anuncio se hizo para el próximo 27 de marzo, fecha que tomamos con beneficio de inventario.
A la par con los incumplimientos van las improvisaciones. Por ejemplo, resulta que una de las causas del retraso en el Parque Ambiental La Frontera es que el puente sobre la quebrada La Paulita, construido dentro de esta obra, se modificó para facilitar el paso de personas con movilidad reducida. ¿Acaso esto no estaba previsto? ¿No se supone que Medellín le está metiendo fuerte el hombro en los últimos años a ser una ciudad accesible? El invierno es, como siempre, una buena excusa para justificar los retrasos. ¿A quién culparán cuando vuelva el fenómeno del Niño? ¿Será que quienes planean las obras no consideran en sus cronogramas los tiempos que puede quitar el invierno? Sería de esperar que esas variables se tuvieran en cuenta para no crear falsas expectativas y evitar incumplimientos de contratos que pueden resultar onerosos.
Es hora de volverse serios, planear con precisión y no prometer lo que no se va a cumplir. Como las pestes, la cultura del incumplimiento permea todo y, de ser la excepción, se convierte en la regla.