Me ha pasado de todo. Restaurantes que incluyen el servicio en la cuenta sin preguntar, meseros que me han mirado feo porque decido dejar menos de lo que la cuenta sugiere. Dejar propina no es un mandamiento pero sí una cortesía, un agradecimiento al personal que hizo que una experiencia fuera inolvidable.
Se sugiere por ley dejar un valor equivalente al 10% de la cuenta. Puede ser más, obviamente, puede ser menos. Al final, la pregunta es ¿cuándo dejar propina? En primera instancia, es un reconocimiento que se otorga por un buen servicio y por el producto consumido. Es decir, se supone que cuando se incluye el servicio en la cuenta, no es algo solo para el personal del comedor, también se reconoce la labor de la cocina. Sin embargo, no siempre se debe dejar propina. Hay que saber distinguir un buen servicio y este, por ejemplo, se reconoce cuando hay una sonrisa, una recomendación, cuando la decoración es impecable, cuando los baños están limpios, cuando el local es aseado, cuando las carnes llegaron en su punto o cuando la comida es deliciosa. Todo eso es servicio.
Son puntos esenciales que muchos restaurantes deberían tener en cuenta. Estar pendiente de los vasos de agua, de ofrecer una bebida cuando se acaba, de hacer sugerencias, de tener respuestas a las preguntas de los comensales. Son cosas básicas y no es necesario un restaurante de tres estrellas Michelin para pedirlas. No se justifica que en una mesa, por grande que sea, los meseros no sepan para quién es el pedido y lleguen preguntando, a los gritos, por el dueño del plato que tienen en la mano.
Hay buen servicio si solo con una mirada saben que necesitamos algo. No debería ser necesario alzar la mano o, en el peor de los casos, pararse buscando que un mesero nos atienda. Alguien, siempre, debe estar pendiente de lo que los clientes quieren y necesitan.
Nunca, además, un mesero debe regañar al comensal porque este pregunta por el tiempo de su pedido. Y menos aún si no sabe qué vino pedir. Siempre el personal del comedor debe dar una respuesta. Me ha pasado que pregunto algo y nunca regresan.
La propina entonces es algo completamente voluntario y depende de cómo nos hayamos sentido en el lugar. Aunque se supone que este dinero debería ser repartido entre los empleados, el restaurante es libre de escoger su destinación y uno como consumidor tiene derecho a saber cuál será el uso de ese dinero. La ley 1480 indica que es posible preguntar al administrador.
Siempre debe existir la pregunta de si se desea o no incluir el servicio. Y si el establecimiento lo incluye sin nuestro consentimiento la misma ley establece las sanciones que esto acarrea. La primera, una multa y, si las cosas escalan, hasta podría llevar al cierre del establecimiento. No soy partidario de ir tan al límite, pero sí de entender que hay días en los que un lugar no merece una recompensa más allá del precio que pagué por la comida.
Por último, cuando recibo invitaciones, bonos o descuentos siempre dejo propina. Que la comida sea una cortesía no quiere decir que el servicio también lo sea. Puede que uno haya recibido ciertos beneficios, pero el mesero hizo su trabajo como le corresponde.
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