El pasado viernes 22 de febrero estuvo marcado por dos eventos conmemorativos, de muy distinta naturaleza, que se llevaron a cabo en Medellín y en la frontera con Venezuela: la implosión del edificio Mónaco y el concierto Venezuela Aid Live.
Por: David González
El primer evento, sobre el que expresé mi opinión en el artículo ¿Tumbar el Mónaco?, fue el resultado de una decisión local que, aunque no esté totalmente de acuerdo con ella, es una acción clara y bien sustentada frente a una problemática de la ciudad que por muchos años permaneció casi intacta. En contraste, el concierto fue una iniciativa de diversos actores tanto locales como internacionales, encabezados por Richard Branson y con el apoyo de gobernantes del Grupo de Lima, buscando ejercer presión frente a los eventos claves que han venido ocurriendo en el vecino país en el último mes, donde la comunidad internacional parece haber llegado al límite de su paciencia frente a la dictadura en Venezuela.
Sin embargo, las marcadas diferencias de los dos eventos no salvaron a ninguno de los dos de una fuerte lluvia de críticas por parte de diversos sectores de la opinión pública.
“Muchos colombianos esperan un Guajira Aid Live y un Chocó Aid Live ”, titulaba Última Hora Colombia, un popular medio informativo en Instagram, en sintonía con muchas otras voces, entre las que destacan varios periodistas y políticos como Gustavo Petro, que aprovecharon la ocasión del concierto y la situación de la ayuda humanitaria hacia Venezuela para reclamarle al gobierno del presidente Duque más atención a otras situaciones que ocurren al interior del país. Análogamente, la caída del Mónaco se prestó para que resonaran muchas de las críticas hacia la actual alcaldía de Medellín, como los índices de violencia o la actitud mediática del alcalde.
Es imposible satisfacer a todo el mundo, ninguna decisión que tomen los actuales gobernantes dejará contenta a toda la población. Sin embargo, la manera en la cual se transmite la información hoy en día por redes sociales hace que las voces de los descontentos suene cada vez más fuerte, indiferente de si son mayoría o no, permitiéndoles aprovecharse del hecho de que es más sencillo criticar que gobernar para persuadir a muchas personas de que todas las decisiones que se toman están mal encaminadas. Ahora, si a esto se le suma la desinformación y discursos populistas de argumentos atractivos, pero sin fundamentos, se crea el caldo perfecto para que cualquier decisión o acción que tomen los gobiernos parezca la peor posible.
El fin de la dictadura en Venezuela, que tiene sumida hace años a la nación vecina en una crisis humanitaria y económica, es de los asuntos más importantes para Colombia en este momento, sino el más. La decisión de tumbar el Mónaco, aunque polémica, vino de un fundamentado cálculo sobre el costo económico que implicaría restaurar el edificio y de querer darle relevancia a las víctimas de la violencia en la ciudad.
La crítica a este tipo de decisiones es muy sana, fundamental en una democracia, pero los oportunistas que buscan sacar provecho, atacándolas con argumentos falaces, no lo son.