Con motivo de las repetidas invocaciones del presidente Duque al Corazón de Jesús y a la Virgen de Chiquinquirá para que le ayuden a Colombia a superar esta pandemia, respetuosamente debo recordarle al señor presidente, como ya lo han hecho algunos ciudadanos, que este no es un país teocrático, que las intervenciones presidenciales no deben tener ningún sesgo religioso: el presidente debe dirigirse a los colombianos como presidente que es, de un país constitucionalmente laico.
Sin embargo no sobraría sugerir al señor presidente que, en la intimidad de su dormitorio, junto a las acostumbradas, eleve también oraciones para que se acabe la corrupción en Colombia porque, como lo sabemos, esta ya adquirió la categoría de pandemia (cada día nos informamos de un hecho más grave que el anterior, lo cual quiere decir que la curva no se aplana, por el contrario).
Los focos de contagio son múltiples y se ubican en ambientes que están cerca del poder. En muchas ocasiones los portadores son asintomáticos y solo se evidencian cuando el periodismo nacional o extranjero los detecta. Aunque se han dado casos muy graves procedentes de Brasil, muy pocos de los afectados han sido internados: solo aquellos que pertenecen a la población más vulnerable porque, como bien lo saben los especialistas, la cuerda se revienta por la parte más delgada.
Los asintomáticos en general le tienen pavor a que algún infectado cercano cante, o estornude. Porque esto puede significar que les sometan a un tratamiento; aunque, si hay los suficientes anticuerpos, no tienen que internarse, pueden recibir el tratamiento en su propia casa. En algunos casos especiales, cuando se empieza a evidenciar la enfermedad, a ciertos pacientes les permiten confinarse en los Estados Unidos; o también hay casos en que las autoridades remiten al paciente a una embajada en el exterior. Son formas de mantener la distancia.
Hay especialistas que deben recoger pruebas y analizarlas. Y esto los deja muy expuestos porque a veces tienen que tratar con enfermos provenientes de sectores que no se pueden tocar. En tal situación algunos de esos especialistas aceptan recibir vacunas. Pero deben coger la costumbre de lavarse las manos. Estos casos se presentan frecuentemente en las cercanías de la Fiscalía y del sector Judicial, que son zonas que han sido graves focos de infección. Es de anotar que los infectados denominados aforados han desarrollado cierta inmunidad, y casi siempre sobreviven sin problemas.
El resto de los colombianos debemos usar mascarillas para no tener que respirar la podredumbre que hay en el ambiente.
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