35 años de un trabajo en función del otro y de los otros. Celebración de la vida en la vecindad.
Un grupo de teatro debe tener sus puertas abiertas. Sí, abiertas a la creación y al diálogo; abiertas para sus integrantes y para los espectadores. Eso lo saben bien en Nuestra Gente, una compañía que, por 35 años, ha marcado senderos e iluminado destinos con sus propuestas dentro y fuera del escenario.
En Santa Cruz, zona nororiental de Medellín, todos los caminos conducen a la Corporación Cultural Nuestra Gente. Jorge Blandón, director y uno de sus fundadores, quien no solo se ha interesado por el tema estético sino social y cultural, se ha convertido en un gestor que ha aprendido en la práctica, en el día a día. Convencido de que se construye en comunidad, desde los inicios del grupo ha tenido claro que una sede teatral en una comuna como Santa Cruz debe trascender el quehacer artístico, más allá de unas puestas en escena, hay que tejer unas relaciones que nutren experiencias para andar juntos.
Cuando se habla con Jorge llegan palabras como respeto, identidad, fortaleza, reflexión, coherencia, esperanza. A lo largo de estos 35 años, el grupo se ha fortalecido y ha logrado tener unas estrategias que nacen de ese conocimiento del lugar. Por un lado, ha habido discusiones filosóficas y conceptuales, por otro, acciones que pueden definirse desde el compartir.
¿Cuál es su vida en el arte? Esa fue una de las primeras preguntas que se le hicieron a Jorge cuando estaba estudiando en la Universidad de Antioquia. Él fue más allá: ¿Cómo hacer arte en la vida de una comunidad de la que hago parte? El arte, se dijo, debe estar inmerso en el territorio. Es un asunto de vocación. Por el grupo han pasado muchas personas, cada una ha asumido un liderazgo; algunas han crecido allí, han avizorado sendas. Hay una sensibilidad para mirar las complejas realizades sociales y económicas que se evidencian en el sector, y que son un microcosmos común a muchos lugares de Medellín, Antioquia, Colombia y Latinoamérica.
El arte es la esencia, sin embargo, este se piensa con el aporte de la comunidad. No trabajan en solitario. En algunos de sus montajes intervienen los vecinos. Nada fácil reunir sesenta, cien personas en torno a una propuesta artística y con contenido social. La comunidad nos cambió, dice Jorge. Todo ha sido posible por la presencia de niños y niñas, de jóvenes, que han llegado a nutrirse de las clases de teatro, danza, plástica, escritura, locución, fotografía y video; amas de casa, padres y madres de familia, todos han aprendido y han aportado una memoria, una manera de existir y de solucionar sus propias dificultades, y los integrantes de Nuestra Gente ofrecen propuestas, ayudan a imaginar trayectos. Hacen convites, conciertos, organizan charlas. Convocan a una conversación sin punto final. Se hila desde lo parecido y desde las diferencias. Y así se ha magnetizado una propuesta de largo aliento.
La Casa Amarilla
Nuestra Gente organiza festivales como el Encuentro Nacional Comunitario de Teatro Joven. Artistas y líderes de América Latina han compartido sus experiencias. En ocasiones las calles se inundan con el color de las comparsas y la música se queda con su eco en las esquinas. Algunos de esos invitados han dictado talleres de múltiples temas, porque, como ya lo hemos dicho, no solo es un asunto estético. La convivencia, el cuidado del medio ambiente, el respeto por los otros, hacen parte de esos tópicos que dan alas. Una ventana al mundo desde el barrio.
La Casa Amarilla, sede de Nuestra Gente, pertenece a la compañía. El lugar ha ido creciendo, acondicionándose. La sala es para unas 90 o 100 personas, tiene un salón para encuentros comunitarios, un centro de documentación, un espacio social, un teatro al aire libre para 200 asistentes. En 1987, cuando la violencia del narcotráfico hacía estragos, dieron vida a un sueño colectivo que se ha sostenido contra viento y marea. Hay diez actores de planta, que se suman al equipo administrativo.
El lema es “Artistas para la vida”, porque la tarea escénica es una tarea para la vida. Entre otros reconocimientos, en 2003, se les otorgó el Premio Germán Saldarriaga del Valle y en 2005, la Cepal – Fundación W.H Kellogg destacó su trabajo como una de las cien experiencias de Innovación Social de América Latina y el Caribe. Cuentan con el apoyo de empresas privadas, el sector cooperativo, con Confiar, aportantes independientes y del Gobierno a través de algunas de sus convocatorias.
De la Comuna 2 o Santa Cruz hacen parte 11 barrios y tiene 110 mil habitantes, aproximadamente, recuerda Jorge Blandón. Él sabe que el arte es un dispositivo que fortalece la autonomía, la cohesión social. Desde allí se han tejido lazos, redes, con otras comunidades.
Celebran 35 años con Pan-De-Mías, o El barrio de la señal en la cruz, una obra que se suma a tantas otras. Canto a la vida, poesía, crítica a realidades concretas y un mensaje: sí hay futuro, sí se nace para ser semilla, para volar como la mariposa, polinizando esos múltiples mundos.