Por Saúl Álvarez Lara
Toshio Arimoto y Humberto Pérez se encontraron en un libro. No hubiera podido ser de otra manera. Toshio, el pintor japonés, murió en 1985, época en la que Humberto Pérez dibujaba con tinta, sobre cuanto papel cayera en sus manos, personajes y grupos de personajes y máquinas y paisajes premonitorios de lo que sería su obra unos años después. Toshio Arimoto vivía fascinado por los trabajos de Piero della Francesca. Con técnica ancestral y mirada de japonés pero con influencia del Renacimiento, pintaba estudios de los personajes que encontraba en las obras del maestro italiano. Al otro lado del mundo Humberto Pérez pasaba por la misma admiración por los pintores renacentistas, en especial Piero della Francesca. Los grupos de personajes a punto del movimiento, las poses teatrales y los ademanes sostenidos atraían tanto a Humberto como a Toshio. A miles de kilómetros de distancia la pasión por el mismo pintor y las conversaciones que cada uno a su manera sostuvo con él hicieron que el encuentro fuera inevitable.
Cuando Humberto Pérez se cruzó en casa de un amigo con el libro dedicado a Toshio Arimoto y el trabajo que había realizado a partir de Piero della Francesca, y encontró en él un lenguaje, un trazo, la misma mirada que él había sostenido en sus “ejercicios espirituales” con el maestro Piero, sintió que había llegado a una reunión de amigos. Por supuesto, Toshio y Piero llevaban ya un buen tiempo en sus “tête à tête” y aunque Humberto también pasaba horas observando, deslindando trazos, concluyendo puntos de fuga, inventando y reinventando cielos, las conversaciones con el maestro no habían salido de su taller.
Imaginemos un encuentro de tres amigos en un lugar especial de Florencia donde seguramente tendrán un buen vino tinto de la Toscana, un Montepulciano por ejemplo, para brindar y atizar la conversación. Se encuentran en la taberna de Las Tres Ranas, un reconocido lugar frecuentado por artistas, propiedad de Leonardo y del joven Rafael de Sanzio. Ocupan una de las mesas con vista a la Piazza della Signoria. A esa hora, tres de la tarde, poca gente camina por allí. Como ya dijimos, Humberto llega cuando el maestro Piero y Toshio conversan concentrados en unos dibujos extendidos sobre la mesa. Toshio Arimoto concluye una frase: “… me interesa el cuadro como un todo, como una sola escena en el espacio…”. El maestro Piero agrega entonces a propósito del movimiento: “… es el momento de la quietud, de la calma antes de la acción…”. Humberto, quien ya ocupa su lugar en la mesa, dice: “…como una escena de teatro que se repite y siempre parece distinta…”. A seis manos distribuyen los dibujos sobre una mesa contigua y los observan. Cada dibujo en su independencia parece distinto, todos hechos por personas distintas, pero iguales en su envoltura: la quietud a punto del movimiento los domina. “… Es el teatro…”, dice el maestro Piero para confirmar las palabras de Humberto, y agrega, “… si un grupo se desplaza por la escena, porque todo es escena, la fuga desaparece…”. Toshio responde: “… los elementos, los objetos y el personaje, siempre pinto un solo personaje, se desplazan juntos, incluso las nubes…”.
La conversación fluye sobre los colores, los horizontes bajos, las mesas del Kabuki que introdujo Toshio y que Humberto hizo tan ligeras que levitan. Los personajes que en ocasiones miran al espectador en las pinturas del maestro Piero, en las de Toshio y Humberto parecen concentrados en sus roles. Tocan estos temas y otros concernientes a la técnica: el fresco, el óleo, el dibujo. Coinciden en su preferencia por el dibujo. Sobre todo, coinciden en un Teatro Leve en el que cada uno ocupa el lugar del apuntador que, disimulado en el escenario, dirige sus personajes, sus trazos, sus colores y hasta sus cielos.
Hay tantas cosas sobre la mesa que el tiempo se queda corto, como siempre. Es de noche, las luces de Las Tres Ranas se apagan cuando el maestro Piero, Toshio y Humberto toman cada uno un rumbo distinto en la Piazza della Signoria con su cartapacio de dibujos bajo el brazo. Los encuentros se repetirán, estamos seguros, en la manera de “ejercicios espirituales” -como los llama Humberto Pérez- y de ellos resultarán bocetos, guías, notas, dibujos. Los trazos del encuentro que narramos hoy serán expuestos en la Galería Banasta (www.banasta.org) en el Cómplex Llanogrande a partir del sábado 26 de abril.