La ausencia de espacios públicos y la densificación desmedida de la construcción comercial y de vivienda, especialmente en barrios como El Poblado, han sido características históricas de Medellín. Han jugado a favor de esta situación una desafortunada planeación municipal, una pusilánime autoridad gubernamental, una desproporcionada avaricia gremial y una sorprendente apatía ciudadana, toda una fórmula viciosa que continuamente rezaga el desarrollo social.
Produce, así, cierta incertidumbre el anuncio de la adjudicación del contrato para la construcción del primer tramo de Parques del Río –definido por esta administración como el alma del POT–, a la Agrupación Guinovart Obras y Servicios Hispania S.A, en año electoral y a escasos once meses de terminar el mandato de Aníbal Gaviria. Como lo expresó la Cámara Colombiana de Infraestructura, este lapso podría ser insuficiente para concluir dicho trayecto, tal y como lo prometió el alcalde Gaviria.
La primera parte del megaproyecto tendrá 322.000 metros cuadrados de espacio público con fuentes y espejos de agua, 1.773 árboles nuevos y siete carriles de vías soterradas, entre otras especificaciones. El tramo se extenderá desde la estación Industriales de metroplús hasta la Biblioteca Pública Piloto, demandará una inversión de 161 mil 343 millones de pesos y generará, según la administración municipal, entre 3.000 y 3.500 empleos directos. En planos se ve bien, pero no pocas han sido las voces que plantean reparos a esta idea que se pondrá en marcha antes del 1 de febrero. Que el proyecto no contemple al río Medellín como corredor futuro y multimodal de transporte de pasajeros y carga, por ejemplo, o que la magnitud de la obra colapse la movilidad de la ciudad durante su ejecución, que el sector industrial del río quede desplazado, la posibilidad de inundaciones en las vías soterradas, el uso de erario en una obra de monumental envergadura mientras los habitantes de El Poblado desembolsillan el presupuesto de las obras viales que necesita la comuna 14, el desarraigo de comunidades como las de Niquitao y Barrio Triste al incrementarse el estrato, los servicios públicos y el predial de estos sectores, y la absoluta ausencia de estrategias reales para resolver la situación con los habitantes de calle. Incluso, se ha cuestionado la utilidad del espacio público en una comunidad que a diario lo invade con parqueo ilegal y con comercio informal, ante la mirada inerte de las autoridades municipales.
Pero varias de las obras que existen en la ciudad, aquellas que consideramos útiles y necesarias, las que disfrutamos día a día, tuvieron en su momento detractores, como el metro. No cabe duda del positivo impacto que un buen espacio público tendría sobre la calidad de vida de los habitantes de Medellín. Fundamental será, entonces, el dedicado control y mantenimiento del operador, en este caso ISA y EPM en asocio con la Alcaldía, con normas precisas, y personal suficiente para que sea la autoridad la que marque el camino del buen uso. Y que la ciudadanía no se quede atrás a la hora de apropiarse del proyecto Parques del Río por medio de actividades que le permitan disfrutarlo. De esta manera, quizás, el río deje de ser un eje de división y un referente mundial de mal uso del espacio público y se convierta en un canal de unión para Medellín.