El pasado martes 21 de mayo, en el Bar El Guanábano del Parque del Periodista, nos encontramos algunas personas para hablar de nuestros abismos, es decir, de todas esas situaciones que nos enfrentan a algunos problemas de salud mental, nos llevan a la depresión, la soledad y el dolor profundo.
Ese primer encuentro, nos dio a pie a pensar que hablar de esto en espacios abiertos, es más que necesario.
“¿Y cómo vamos de abismo?
Todavía no toco fondo.
Puede que no haya fondo, hermano”.
Este pequeño fragmento lo puso Andrés Caicedo en su cuento Angelitos Empantanados y desde esa frase he venido pensando mucho en ello, en los abismos que tenemos, en la necesidad de hablar, en la necesidad de compartir con las otras personas nuestros silencios.
Medellín es una de las ciudades del país con cifras más altas de suicidios: en promedio hay seis intentos por día. ¡Doloroso! Y frente a este dato, algunos amigos y amigas, acompañados por personas profesionales, hemos decidido abrir un espacio de conversación y lo llamamos precisamente así: ¿cómo vamos de abismo?
Porque preguntarnos por nuestros abismos, es preguntarnos por nuestra salud, nuestras soledades, vemos la necesidad de hablar del tema públicamente, de permitirnos abrazar a quien tiene miedo de decir lo que siente o a quién no se haya dado cuenta de sus situaciones o más aun, a quienes se niegan a creer que llevan abismos.
Es importante derribar los mitos de que hablar de la salud mental es un asunto de locos, que ir a un especialista es un asunto extraño. La salud mental es igual a ir al médico, debemos cuidar nuestra mente y eso incluye la tranquilidad en el cuerpo, la buena alimentación y el hablar sanamente.
Llevamos muchos abismos, hablemos. Como a mí, el hablar me ayudó a no caer en el abismo y pensar que conversando, algún camino puede haber.
Cada mes nos reuniremos los días martes en la noche en el mismo lugar para hablar de abismos.